León XIV anima a sus hermanos agustinos a seguir con la misión evangelizadora: “Que no muera el espíritu misionero”
Los agustinos están reunidos en Roma para el Capitulo General de la Orden. El Papa les ha pedido ser files a la pobreza evangélica

Madrid - Publicado el - Actualizado
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En el discurso a sus hermanos reunidos en el Capítulo General, León XIV los anima a continuar la misión evangelizadora, tan necesaria hoy en día. Recuerda que la vocación y la formación no son realidades preestablecidas, sino una aventura espiritual. Pide que se ayude a los jóvenes a vislumbrar la belleza de su vocación. Luego los invita a permanecer fieles a la pobreza evangélica.
Reavivar el espíritu misionero
El Papa llegó al Pontificio Instituto, a pocos pasos de su actual residencia en el Palacio del antiguo Santo Oficio, para participar, tanto física como espiritualmente, en los trabajos que se están realizando del 1 al 18 de septiembre.
En el 188º Capítulo General que se está celebrando en Roma, los agustinos eligieron al estadounidense Joseph Lawrence Farrell, OSA, como su 98º Prior General, sucediendo al P. Alejandro Moral. Antes de profundizar, en su discurso, intercalado con citas de “nuestro padre Agustín”, el Papa León dirigió un pensamiento al nuevo prior general, el padre estadounidense Joseph Farrell, elegido el pasado 9 de septiembre.

El Papa les ha hablado sobre la vocación y la formación. La principal preocupación, por tanto, debería ser “ayudar, especialmente a los jóvenes, a vislumbrar la belleza de la vocación y a amar lo que, al abrazar su vocación, pueden llegar a ser”, ha señalado en su discurso.
La generosidad y la humildad son las directrices que el Pontífice indica a quienes estudian. Ellos también nacen del amor: la generosidad de compartir la propia investigación con otros, para que beneficie su fe; la humildad de evitar la vanagloria de quienes buscan el conocimiento por sí mismo, sintiéndose superiores a los demás por poseerlo.
El don de la caridad
Al mismo tiempo, el Papa León exhorta a todos a mirar al «don inefable de la caridad divina» para vivir al máximo la vida comunitaria y la actividad apostólica, compartiendo los bienes «materiales», «humanos» y «espirituales».
Permanezcamos fieles a la pobreza evangélica y hagamos que ella sea el criterio para vivir todo lo que somos y tenemos, incluidos los medios y las estructuras, al servicio de nuestra misión apostólica.