El ferrocarril del Vaticano: la línea más corta del mundo que concedió Mussolini a Pío XI y lleva a los turistas a la residencia de verano de los papas
El ferrocarril nunca fue concebido para el traslado masivo de pasajeros. De hecho se ha empleado como transporte de mercancía o traslado puntual de los papas. Hoy tiene un uso más orientado al turismo

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Apenas mide 300 metros y solo cuenta con una estación, pero el ferrocarril del Vaticano atesora una vasta historia. Sus raíces responden a cuestiones diplomáticas, aunque hoy tiene una funcionalidad más orientada al turismo.
Un tren que tiene su origen en los 'Pactos de Letrán'
La historia del ferrocarril vaticano comienza oficialmente con los 'Pactos de Letrán' de 1929, acuerdos firmados entre la Italia de Mussolini y la Santa Sede que pusieron fin a la llamada 'Cuestión Romana', en virtud del cual el Estado italiano se comprometía a dotar al nuevo Estado de la Ciudad del Vaticano de una conexión ferroviaria directa con la red nacional, como gesto simbólico de soberanía e independencia. Además, implicaba el restablecimiento pleno de las relaciones entre los representantes de Italia y de la Iglesia Católica, rotas desde 1870.

Apenas dos años después, en 1932, se construyó la Estación del Vaticano, un edificio de estilo racionalista diseñado por Giuseppe Momo, el mismo arquitecto de la famosa escalera de caracol de los Museos Vaticanos.
El ferrocarril entró en funcionamiento oficialmente en 1934. Consta de un único tramo que cruza la muralla vaticana mediante un arco monumental y conecta la estación con el barrio de Trastevere, uno de los más populares de la capital italiana.
Transporte de mercancía y traslado esporádico de los papas: los usos del ferrocarril del Vaticano
Pese a su apariencia funcional, el ferrocarril nunca fue concebido para el traslado masivo de pasajeros. De hecho, su tráfico es esporádico. Históricamente, se le ha dado un triple uso.
Por un lado de transporte de mercancías, especialmente el suministro de productos alimenticios y materiales hacia el Vaticano, aunque cuando se popularizó el transporte por carretera este uso fue decayendo.
Por otro lado, se empleó como medio de transporte de los papas en determinadas ocasiones. Fue el caso del Papa Pío XI, gran aficionado al progreso técnico, que celebró la inauguración en 1934. Pablo VI realizó en 1962 un viaje histórico a Loreto y Asís, convirtiéndose en el primer Pontífice en viajar por ferrocarril desde la estación vaticana. Más recientemente, en 2015, Francisco usó el tren con niños para promover la inclusión.
Un tercer uso ocasional del ferrocarril vaticano es de corte simbólico, como visitas de jefes de Estado o traslados especiales de reliquias.
El uso turístico actual del ferrocarril
En los últimos años, el ferrocarril del Vaticano ha quedado relegado al turismo cultural. Desde 2015, existe una iniciativa impulsada por el Governatorato y los Museos Vaticanos que permite a visitantes tomar un tren desde la Estación Vaticana hacia la villa pontificia de Castel Gandolfo y los jardines de Albano Laziale, lugares de veraneo papal durante siglos.

Estos trenes parten los sábados y constituyen la única manera en que un civil puede utilizar la estación vaticana como punto de partida. El trayecto tiene un fuerte valor simbólico: permite a los turistas caminar por la plataforma del único Estado soberano sin tráfico ferroviario regular, y cruzar una frontera estatal sin control de pasaportes gracias a los acuerdos entre Italia y el Vaticano.
Además, la estación ha sido parcialmente restaurada y se abre al público en determinadas exposiciones temporales. Su valor arquitectónico es apreciado por su armonía con el entorno vaticano y su singularidad como una de las estaciones más pequeñas del mundo.