El párroco de la Sagrada Familia de Gaza, Gabriel Romanelli, denuncia la situación crítica en la franja: "la esperanza se desvanece"
Gabriel Romanelli es el párroco de una pequeña comunidad cristiana que resiste a la guerra en Gaza y mantenía una relación cercana con el Papa Francisco que le llamaba cada día para interesarse

El Padre Romanelli es párroco de la Sagrada Familia de Gaza
Madrid - Publicado el - Actualizado
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"La gente se siente abandonada", asegura emocionado Romanelli, que está viviendo junto a su pequeña comunidad de cristianos una de las guerras más crueles que se recuerdan. Son ya 53.000 muertos desde el 7 de octubre, casi 3.000 desde que Netanyahu rompiera el alto el fuego a mediados de marzo. La mayoría de los muertos son mujeres y niños.
Además de los muertos, los heridos y la destrucción (9 de cada 10 edificios en la franja están o bien dañados o bien completamente demolidos según la ONU), la crisis humanitaria que vive la franja es la gran preocupación ahora mismo: en los últimos días, Israel ha accedido a que vuelvan a entrar los camiones de ayuda humanitaria que llevaban meses paralizados, aunque han entrado en una cantidad "limitada".
Romanelli se ha referido a esta situación durísima, ante la que la ONU estima que 14.000 bebés sufren desnutrición aguda: "Nadie puede saber hoy qué será de la vida de 2 millones 300 mil habitantes. Y es esta incertidumbre la que genera la pérdida de la esperanza. Se sienten abandonados por todos"
El hambre y la falta de recursos también golpea a romanelli
La situación crítica la está viviendo el propio párroco en sus carnes. Hasta ahora, gracias a la ayuda de la Iglesia han podido sobrevivir e incluso ayudar a miles de personas que lo necesitaban, pero con el bloqueo sus reservas se agotan y ya apenas pueden contar con comida suficiente para su propia comunidad: "Aún nos queda algo de harina para hacer pan, pero tenemos que tamizarla varias veces porque está llena de gusanos, y siempre debemos purificar el agua para evitar enfermedades."

Gaza afronta una grave hambruna
Su comunidad se ve obligada a comprar el producto de los pocos agricultores que, a duras penas, consiguen cultivar y recolectar alguna cebolla o algún tomate. El problema es que el precio es desorbitado: "Una sola cebolla cuesta de media 10 euros; los tomates son un poco más baratos: un kilo cuesta más de 15 euros."
Vivir bajo las bombas
Las explosiones ya forman parte del paisaje de Gaza, el párroco y sus fieles conviven con estruendos periódicos, que provocan auténticas lluvias de astillas unos segundos más tarde: " Hay una situación surrealista de hábito. Mientras hablamos, los niños están jugando afuera, en el oratorio; si escuchaban explosiones, incluso cerca, seguían jugando."
En la propia Iglesia les pasa muy a menudo que, mientras celebran misa, las bombas provocan ondas expansivas tales, que las ventanas se abren de golpe o del techo se caen trozos de madera. "Pero seguimos orando, lo que en esta costumbre nos da más seguridad que huir”, añade el párroco argentino.