El párroco de la Sagrada Familia de Gaza, Gabriel Romanelli, denuncia la situación crítica en la franja: "la esperanza se desvanece"

Gabriel Romanelli es el párroco de una pequeña comunidad cristiana que resiste a la guerra en Gaza y mantenía una relación cercana con el Papa Francisco que le llamaba cada día para interesarse

El Padre Romanelli es párroco de la Sagrada Familia de Gaza

El Padre Romanelli es párroco de la Sagrada Familia de Gaza

Rodrigo Simón Rey

Madrid - Publicado el - Actualizado

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"La gente se siente abandonada", asegura emocionado Romanelli, que está viviendo junto a su pequeña comunidad de cristianos una de las guerras más crueles que se recuerdan. Son ya 53.000 muertos desde el 7 de octubre, casi 3.000 desde que Netanyahu rompiera el alto el fuego a mediados de marzo. La mayoría de los muertos son mujeres y niños.

Además de los muertos, los heridos y la destrucción (9 de cada 10 edificios en la franja están o bien dañados o bien completamente demolidos según la ONU), la crisis humanitaria que vive la franja es la gran preocupación ahora mismo: en los últimos días, Israel ha accedido a que vuelvan a entrar los camiones de ayuda humanitaria que llevaban meses paralizados, aunque han entrado en una cantidad "limitada".

Romanelli se ha referido a esta situación durísima, ante la que la ONU estima que 14.000 bebés sufren desnutrición aguda: "Nadie puede saber hoy qué será de la vida de 2 millones 300 mil habitantes. Y es esta incertidumbre la que genera la pérdida de la esperanza. Se sienten abandonados por todos"

El hambre y la falta de recursos también golpea a romanelli

La situación crítica la está viviendo el propio párroco en sus carnes. Hasta ahora, gracias a la ayuda de la Iglesia han podido sobrevivir e incluso ayudar a miles de personas que lo necesitaban, pero con el bloqueo sus reservas se agotan y ya apenas pueden contar con comida suficiente para su propia comunidad: "Aún nos queda algo de harina para hacer pan, pero tenemos que tamizarla varias veces porque está llena de gusanos, y siempre debemos purificar el agua para evitar enfermedades."

Gaza afronta una grave hambruna

OMS/WHO

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Su comunidad se ve obligada a comprar el producto de los pocos agricultores que, a duras penas, consiguen cultivar y recolectar alguna cebolla o algún tomate. El problema es que el precio es desorbitado: "Una sola cebolla cuesta de media 10 euros; los tomates son un poco más baratos: un kilo cuesta más de 15 euros."

Vivir bajo las bombas

Las explosiones ya forman parte del paisaje de Gaza, el párroco y sus fieles conviven con estruendos periódicos, que provocan auténticas lluvias de astillas unos segundos más tarde: " Hay una situación surrealista de hábito. Mientras hablamos, los niños están jugando afuera, en el oratorio; si escuchaban explosiones, incluso cerca, seguían jugando."

En la propia Iglesia les pasa muy a menudo que, mientras celebran misa, las bombas provocan ondas expansivas tales, que las ventanas se abren de golpe o del techo se caen trozos de madera. "Pero seguimos orando, lo que en esta costumbre nos da más seguridad que huir”, añade el párroco argentino.

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