El motivo por el que la iglesia de San Ignacio de Loyola de Roma tiene un espejo para los turistas: "Belleza"

En el techo del templo barroco, construido en el siglo XVII y dedicado al fundador de los jesuitas, se puede contemplar un fresco incomparable que impresiona a los visitantes

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Roma es una de las ciudades más visitadas durante todo el año, pero en verano el número de turistas crece de manera significativa. Desde el Coliseo o el foro romano, pasando por los Museos Vaticanos. Cada paso que das es una oda a la historia en la capital italiana.

Y una de las visitas obligadas en Roma es la Iglesia de San Ignacio de Loyola en el centro de la ciudad. El templo barroco fue construido en el siglo XVII, en 1626. Dedicada al fundador de la Compañía de Jesús, en la capilla está enterrado los restos del santo.

Es una de las iglesias barrocas más recargadas, con un amplio interior adornado con piedras preciosas, mármol y dorados. Sin duda, uno de los espacios del templo que más atraen a los visitantes es el fresco del techo. Se comenta que la singular belleza del fresco ha provocado más de un esguince de cuello, por lo que se decidió habilitar a su altura un espejo para poder contemplar con mayor comodidad el monumento.

En un vídeo difundido a través de Twitter porla corresponsal de COPE en Italia, Eva Fernández, se puede ver a los turistas haciendo colas para llegar al espejo y deleitarse con la belleza del fresco.



En este techo de la iglesia de San Ignacio de Loyola, de 17 metros de ancho y 36 de largo, se puede visionar una técnica pictórica llamada “trampantojo”, que intenta modificar la percepción del espectador jugando con el entorno arquitectónico, la perspectiva, la luz y otros elementos del espacio consiguiendo una realidad intensificada, incluso otra realidad.

El fresco fue realizado por Andrea Pozzo entre 1685 y 1694 y está dedicado a la exaltación del fundador de los jesuitas. Entre las decenas de figuras en el recuadro destaca la figura de Cristo que irradia una luz mística sobre San Ignacio que a su vez ilumina a otros santos y las alegorías de los cuatro continentes conocidos. Esta última alusión señala el papel evangelizador de las misiones de la orden jesuita por todo el planeta.

Andrea Pozzo jesuita y pintor utilizó sus conocimientos sobre la perspectiva para crear una serie de engaños ópticos destacando las columnas y los arcos, con ello se consigue un espacio virtual que gana mucha más profundidad que la realmente existente. El resultado es la inserción de las figuras en diferentes alturas vistas espectacularmente en escorzo desde muchos metros más abajo.

La pintura está llena de alegorías relacionadas con el fuego y la luz: antorchas y flechas de fuego sostenidas por ángeles que se repiten en toda la iglesia.

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