Eduardo Agosta: “La deuda ecología es una trampa para los países más pobres y su dignidad humana”
La Conferencia Episcopal Española vuelve a pedir condonar la deuda como un gesto de justicia y recuerda que no es caridad

Madrid - Publicado el
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Con el inicio del año del Jubileo, el Papa Francisco nos lanzó un desafió radical: condonar la deuda externa de los países más pobres. Pero su llamado va más allá de un simple gesto de generosidad. Es una profunda exigencia de justicia, fundamentada en un concepto que debe sacudir nuestras estructuras económicas y mentales: la deuda ecológica.
La trampa de la deuda: Una herida sangrante
“Para entender la urgencia de este llamado, primero debemos dimensionar el problema de la deuda financiera”, escribe Eduardo Agosta, Director del Departamento de ecología integral de la Conferencia Episcopal Española. Más de la mitad de los países menos desarrollados del mundo están atrapados en una crisis de deuda, con una carga global que supera los 9 mil millones de dólares. “El sobreendeudamiento es crítico”.
La situación es tan grave que 48 países en desarrollo destinan más recursos a pagar el servicio de la deuda que a garantizar derechos humanos básicos. Pensemos en lo que esto significa: 3.300 millones de personas viven en naciones donde el pago a los acreedores es más importante que la salud pública, y 2.100 millones en lugares donde supera al presupuesto de educación. Las prioridades se invierten y es un círculo vicioso.

Este sistema crea una “trampa de la deuda”. Los países se ven obligados a desviar sus escasos recursos del desarrollo humano para pagar intereses, lo que a su vez les impide generar un crecimiento autónomo y sostenible, perpetuando su dependencia. Como señaló el papa Francisco, esta crisis genera “miseria y angustia”, despojando a millones de personas de un futuro digno. Es una estructura de pecado que convierte un principio justo, que las deudas deben pagarse, en un instrumento de opresión cuando su cobro exige “sacrificios insoportables” a poblaciones enteras.
La deuda ecológica: La otra cara de la moneda
¿Y qué es la deuda ecológica? Es la deuda acumulada por los países industrializados del Norte Global con los países del Sur por siglos de explotación ambiental y social.
Se manifiesta de dos formas principales:
La deuda de carbono: Los países más ricos son los responsables históricos de la inmensa mayoría de las emisiones de gases de efecto invernadero que han provocado la crisis climática. Aunque solo albergan una minoría de la población mundial, su modelo de producción y consumo ha contaminado la atmósfera de todos. El G20 es responsable de casi el 80% de las emisiones acumuladas; los países más pobres, de apenas un 4%.

La deuda por expoliación: La prosperidad del Norte se ha construido, en gran medida, sobre la explotación intensiva de los recursos naturales (minerales, bosques, combustibles fósiles) de los países del Sur. Este modelo extractivista ha generado enormes beneficios económicos para unos pocos, mientras dejaba a las comunidades locales con la degradación ambiental, la contaminación y la pérdida de sus medios de vida.
Esta profunda injusticia se agudiza porque las consecuencias de la crisis climática, tales como sequías, inundaciones, o pérdida de biodiversidad, impactan de forma desproporcionada y brutal precisamente en las poblaciones más vulnerables del Sur, aquellas que menos han contribuido a generarla. Soportan los costes de una crisis que no es suya.
Por otra parte, la responsabilidad de esta situación es compartida. Involucra a gobiernos deudores, a acreedores que prestaron en condiciones de riesgo, y a las instituciones financieras internacionales cuyas políticas han perpetuado estas crisis. El sistema financiero global, en su diseño actual, no solo refleja las desigualdades globales, sino que las amplifica, funcionando de una manera que es ineficiente, injusta y extractiva.
Justicia, no magnanimidad
Por todo esto, el llamado a la condonación de la deuda financiera no es un acto de caridad, sino “una cuestión de justicia”. Es el reconocimiento de que los países enriquecidos tienen un crédito ecológico negativo con el resto del mundo. Cancelar su deuda monetaria es, en realidad, un paso mínimo y necesario para empezar a saldar nuestra inmensa deuda ecológica.
hacia una nueva arquitectura financiera global
La celebración del Jubileo en 2025 y la IV Conferencia de la ONU sobre Financiación para el Desarrollo en Sevilla nos brindan una oportunidad histórica para pasar de las palabras a los hechos. No basta con gestos aislados; se necesita una reforma estructural del sistema financiero global.
Desde la Doctrina Social de la Iglesia y las voces diversas organizaciones de la sociedad civil y eclesial de España, se proponen medidas concretas
- Mecanismos de cancelación y reestructuración: Adoptar procesos ágiles y justos para cancelar o reestructurar las deudas soberanas, liberando a los países de la trampa del sobreendeudamiento.
- Canjes de deuda por vida: Implementar programas que permitan a los países canjear el pago de su deuda por inversiones verificables en salud, educación, seguridad alimentaria y acción climática.
- Regulación y transparencia: Aumentar la regulación del sistema financiero internacional para prevenir futuras crisis, garantizando que los préstamos no impongan condiciones perjudiciales para el bienestar social y ambiental.
- Financiación climática justa: Crear y dotar fondos climáticos que reconozcan explícitamente la deuda ecológica, proveyendo los recursos necesarios para que los países en desarrollo puedan adaptarse al cambio climático y transitar hacia modelos sostenibles.
- Un marco multilateral equitativo: Diseñar un sistema de gobernanza financiera que incluya a todas las partes en pie de igualdad, especialmente a los países deudores, para que las decisiones sean verdaderamente equitativas.