La beatificación de la misionera Esther Paniagua sitúa la mirada de la diócesis de León en la ciudad de Orán

Madrid - Publicado el 07 dic 2018, 00:04 - Actualizado 13 feb 2022, 23:39

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Desde la Diócesis de León se seguirá de cerca la ceremonia de beatificación que acogerá este próximo sábado día 8 de diciembre, en la solemnidad de la Inmaculada Concepción, la Basílica de Santa Cruz de la ciudad de Orán, en Argelia, puesto que en el transcurso de esa celebración que presidirá el arzobispo Angelo Becciu, prefecto de la Congregación para la causa de los Santos en nombre del Papa Francisco, será beatificada la religiosa leonesa Agustina Misionera Esther Paniagua, junto con su compañera burgalesa Caridad Álvarez, y otros diecisiete mártires, víctimas de la violencia que sacudió Argelia en la década de los años noventa del siglo pasado, entre ellos el que era obispo de Orán, Mons. Pierre Claverie, y otros dieciséis religiosos y religiosas de otras seis congregaciones, todos ellos de nacionalidad francesa.

Entre esos nuevos beatos, en el caso de la Diócesis de León, destaca la figura de Esther Paniagua Alonso, nacida en Izagre en 1949, quien tras realizar los estudios de bachillerato en el colegio de las Agustinas Misioneras de Logroño, descubre su vocación a la vida consagrada e ingresa en el noviciado, donde completa su preparación hasta que en agosto de 1975 hace profesión de votos perpetuos. En esa etapa regresa a León para completar estudios de Enfermería y desde León parte para Argelia, donde inicia su etapa de trabajo en hospitales y casas de acogida, centrado en la atención a niños huérfanos y discapacitados. Su estancia en Argelia despierta una sensibilidad especial hacia la cultura y la religión islámica, lo que le llevará durante dos años a Roma para estudiar francés y árabe y ahondar en el conocimiento del pueblo argelino. De vuelta a Argelia reafirma su compromiso de fe y de entrega hasta que el día 23 de octubre de 1994, en plena ola de violencia del radicalismo islámico muere víctima de un disparo en el barrio del Bab-el Oued, donde se mantenía la casa de la comunidad de Agustinas Misioneras, que en los días previos había realizado un proceso de discernimiento en el que habían decidido permanecer en Argelia en medio del ambiente de violencia y hostilidad que ya a principios de aquel año 1994 ya se había hecho efectivo con el asesinato de un religioso hermano marista. En ese proceso de discernimiento Esther Paniagua había asegurado que "nadie puede quitarnos la vida porque nosotras ya la hemos entregado".

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