El testimonio de Patricia, que pasó de periodista a atender a personas sin hogar: "Es muy gratificante"

Patricia de la Vega era una joven que había cumplido su sueño, hasta que todo cambió cuando descubrió que su vocación era servir a los pobres

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En la encíclica 'Fratelli tutti', el Papa Francisco hace referencia a la necesidad de crear 'Una nueva cultura basada en la amistad'. En ella, el Santo Padre nos propone un camino de cercanía y cultura del encuentro para alcanzar esta amistad. Buscar puntos de contacto, tender puentes, proyectar lo que a todos implica e involucra.

Es lo que hace cada día Patricia de la Vega, una chica que había cumplido con su sueño de ser periodista. Trabajaba en Roma cubriendo la información del Vaticano en la agencia de noticias Rome Reports. Algo cambió en su vida cuando descubrió que su vocación era servir a los más pobres.

Conoció a las Hijas de la Caridad, congregación ligada a San Vicente de Paúl, tomó aire y dio el salto. Ahora vive en Zaragoza y ha querido contar aAleluya todos los proyectos que tienen en marcha para ayudar a los más necesitados.

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Los proyectos de las Hijas de la Caridad

“Aquí en Zaragoza atendemos por ejemplo a personas para los desayunos. Es muy importante porque intentamos entablar una relación de amistad con ellos y está dirigido principalmente a personas que están fuera del sistema. El proyecto comedor funciona todos los días del año y a raíz de la pandemia de la covid-19 estamos viendo que el número de personas que viene ha incrementado muchísimo”, explica Patricia. Además, tienen también un proyecto, “Las Casitas” que está dirigido a personas sin hogar que están convalecientes como consecuencia de una enfermedad grave y necesitan de un lugar adecuado para recibir tratamiento hasta que se recuperen completamente.

“Acompañamos a las personas que están en soledad a través del Proyecto Puente, y les facilitamos un hogar a través de pisos compartidos durante el tiempo de recuperación de autonomía personal y económica. Ofrecemos espacios de acompañamiento para recuperar rutinas, promover la creación de vínculos y la inserción laboral” nos cuenta Patricia. Y por último el proyecto CHÂTILLON, donde acogen y facilitan la integración social de los migrantes. “Les proporcionamos vivienda en pisos compartidos durante el tiempo que necesiten hasta que encuentren un hogar estable y les acompañamos en este proceso con personas voluntarias y profesionales”.

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Lo más gratificante de su trabajo

Preguntada por lo más gratificante de su trabajo, Patricia revela a Aleluya que “el propio hecho de acompañar creo que es lo que más me gratifica. Vivimos una época de mucho desconcierto, todos nos tenemos que manejar dentro del miedo que vivimos y poder estar cerca y ayudar a personas que viven con más crudeza esta situación me ayuda a mí misma”. Patricia nos dice que estas personas “se han convertido en un problema para la sociedad y muchos de ellos, durante el estado de alarma, han trabajado en el campo o en las cadenas de alimentación”.

“Ellos mismos me dan fuerza para a seguir adelante. Cada día, dentro de esta situación tan extrema, te animan a continuar, a que tiene sentido salir de casa para ayudarlos. Para mí son un ejemplo y me ayudan a crecer y tenemos que seguir viviendo con esperanza”, subraya.

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Ejemplos de fraternidad y amistad social

En estas últimas semanas, el 'toque de queda' ha pillado por sorpresa a las personas sin hogar, que ven cómo tienen un problema más. Patricia nos cuenta que “ahora mismo estamos estudiando la situación. Estas personas se quedan excluidas y no tienen un lugar donde estar ni una alternativa. Durante el estado de alarma se habilitaron algunos pabellones, pero creemos que esta no debe ser la solución”.

Por último, preguntada por lo que aprende cada día estando cerca de ellos, Patricia revela que “aquí compartimos muchísimos testimonios de fraternidad y ayuda mutua. Esta misma semana un chico quiso acoger a otro que venía de otra ciudad. Fue llamarle y enseguida acogerlo en su casa”. Y la joven recuerda también un hecho impactante durante el estado de alarma: “Recuerdo una familia, un matrimonio con dos hijos, que se quedaron sin vivienda y una familia del mismo edificio les acogió en su casa. Sacaron a las hijas de la habitación para que la familia pudiera dormir allí”.

Son dos ejemplos de fraternidad y el objetivo es, siempre, que la otra persona no sufra, que pueda tener una vida digna” subraya Patricia.

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