Drogas y dinero fácil: los vicios que llevaron a Sebastián a la indigencia hasta ser salvado por un sacerdote

El mallorquín ha contado su historia en Asís ante la atenta mirada del Papa Francisco, quien ha compartido la mañana de este viernes con medio millar de personas sin recursos

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Sebastián del Valle nació en Palma de Mallorca, pero desde hace un año y medio reside en Toledo. Es en la capital de Castilla- La Mancha donde cambió su vida. El Papa Francisco ha tenido la oportunidad de conocer su testimonio en Asís, hasta donde el Santo Padre se ha desplazado con motivo de laJornada Mundial de los Pobres (que se celebra este domingo, 14 de noviembre), para escuchar las historias de más de medio centenar de personas sin recursos y rezar por ellas.

Sebastián se educó en el seno de una familia sencilla y católica. Era el menos de cinco hermanos. Tuvo una infancia feliz, gracias sobre todo a su abuela, quien “me transmitió la fe y me enseñó a rezar. Por eso es especial para mí”, relataba el español en presencia de Francisco. También guarda un feliz recuerdo de su tío, con quien pasaba muy buenos momentos gracias a su profesión como domador de caballos.


Tanto el abuelo como el tío de Sebastián pertenecían a la legión extranjera, por lo que decidió aprender artes marciales y tratar de formar parte del estamento militar. Aquella experiencia convirtió a nuestro protagonista en un verdadero ogro.

“Dejé la inocencia de un niño y empecé a creerme superior. Comencé a ser violento y meterme en líos y en la violencia. Por eso, la gente de mi barrio que se dedicaba a la droga se fijaron en mí. Era ya uno de ellos. Abandoné los estudios con quince años y comencé a consumir drogas. Vi que podía conseguir dinero de forma rápida y pagar mis fiestas, coches de alta gama, tener mujeres... Sin darme cuenta me iba haciendo cada vez más daño y a mis seres queridos. Era distinto. No me conocía a mí mismo”, cuenta Sebastián entre lágrimas al recordar aquello.

Incluso cometió algunos delitos que le llevaron a prisión. No podrá olvidar el primer día entre rejas, cuando uno de los presos le arrancó del pecho un Rosario: “Sentía que Dios me abandonaba. Aunque tuve la intención de confesarme, parecía que mis pecados no se podían perdonar por haber hecho mucho daño”.

Tras abandonar la cárcel, trató de hacer borrón y cuenta nueva. Peo la cabra tira al monte y volvió a ganar un buen dinero gracias a su trabajo como feriante. Recayó en sus antiguos vicios. Su vida dio un giro de 180 grados cuando llegó la pandemia con toda su crudeza en marzo de 2020. “Me quedé solo sin empleo, en la calle. Dormía en la calle”.

Pero en aquel momento durísimo, un sacerdote de Toledo acudió a su rescate: “Le pedí ayuda y me recibió con una sonrisa. Me miró y me dijo“te voy a ayudar”.



Era párroco de la localidad toledana de Mora. Su nombre es Santiago Conde: “Me llevó al centro de personas sin hogar que Cáritas tiene en Toledo. Me sentí acogido y tenía lo necesario para vivir. Tenía comida y estaba a salvo de la pandemia".

En aquellos meses, una fuerza interior llamaba a Sebastián. Un amigo, al que llama 'mi ángel', le invitó a participar en el seminario 'Vida en el Espíritu' que cambió su existencia: “La sensación que experimenté fue indescriptible. Durante tres horas me confesé con el sacerdote. Durante los días siguientes, sin saber por qué, me sentía feliz y lo compartía con mis compañeros. Pensaban que me había vuelto loco. Cada vez estaba más enamorado de Cristo. Dios me cuida. Hasta entonces pensaba que todo tenía un precio.

“Nunca jamás pensé que algo tan grande fuera gratuito. Supe que Jesús estaba vivo y me había salvado. Tuve que mendigar para vivir pero ahora soy un mendigo de la misericordia de Dios. Cristo ha resucitado”, manifestaba Sebastián ante la atenta mirada del Papa Francisco.

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