El arzobispo de Madrid, José Cobo, cita a los sacerdotes de la capital a la primera Asamblea Presbiteral "Convivum" a principios de febrero de 2026
La reunión, que transcurrirá entre los días 9 y 10 de febrero, tiene como objetivo "fortalecer los vínculos, renovar la fraternidad sacerdotal y discernir juntos los retos pastorales del momento presente"

Cobo
Madrid - Publicado el
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El cardenal y arzobispo de Madrid, José Cobo, ha enviado una carta a todos los sacerdotes de su diócesis convocándoles a un encuentro de discernimiento y convivencia durante los días 9 y 10 de febrero del próximo año 2026. Es la primera Asamblea Presbiteral de este estilo y busca ser algo más que un evento, invitando a los sacerdotes a indagar en la cuestión “¿Qué sacerdotes necesita Madrid en este tiempo?”
En su misiva, fechada el 9 de noviembre, día de la patrona de Madrid, Nuestra Señora de la Almudena, Cobo insiste en que el ministerio sacerdotal “no se cumple en soledad, sino en comunidad”, insistiendo en la misión común que comparten los diocesanos.
La carta íntegra de José Cobo a los sacerdotes de la archidiócesis de madrid
Querido hermano sacerdote:
Llevamos un tiempo caminando juntos en esta etapa de mi servicio como obispo de nuestra diócesis. Eso supone un camino de aprendizaje, de escucha mutua y de búsqueda compartida. Es un camino que, como Iglesia, vamos recorriendo guiados por el mismo Espíritu que siempre nos precede.
Sacerdotalmente tú y yo, en un momento decisivo de nuestras vidas, nos postramos ante este Pueblo de Dios y ante Cristo. Por la unción fuimos incorporados a este presbiterio y a la común misión diocesana en la que hemos quedado insertos. Quizá comenzaste tu ministerio en otro lugar, pero la vida y el Señor te han traído hasta aquí, por esos mil caminos que solo Dios sabe preparar.
De una u otra forma, has sido vinculado a este presbiterio y a esta misión que compartimos, conmigo como servidor y obispo. Una misión que, al ser de la Iglesia, no se cumple en soledad, sino en comunidad: un pueblo que camina, discierne y actúa unido movido por el Espíritu Santo.
En las visitas pastorales y en los encuentros con los sacerdotes ponemos sobre la mesa preocupaciones, dificultades, logros y anhelos. Hablamos a menudo de las peculiaridades de nuestra diócesis: su vida, su riqueza, su diversidad, y su magnitud y complejidad. Siempre aparece la misma necesidad en la belleza de este presbiterio grande, plural y generoso: fortalecer los vínculos y tejer relaciones entre nosotros y con el obispo. Somos muchos, y las relaciones fraternas no son sencillas; requieren esfuerzo, mediación y paciencia.
Como recuerda Pastores Dabo Vobis: “Nuestro sacerdocio se sostiene también en la fraternidad sacerdotal. San Juan de Ávila la llama ‘familia sacerdotal’, basada en la relación obispo-presbíteros y presbíteros entre sí. Eso nos hace caer en la cuenta de que el ministerio ordenado tiene una forma radicalmente comunitaria y solo puede ejercerse como obra colectiva” (n. 17).
Sabemos que vivir así el ministerio en nuestra diócesis presenta desafíos particulares para todos. A veces, el gran número de sacerdotes nos lleva a vincularnos solo en pequeños grupos, o a vivir la conciencia de presbiterio de forma individualista, difusa o poco visible. Es cierto que tenemos encuentros sacerdotales asiduos, que podemos celebrar la Misa Crismal juntos, representando un espacio fundamental de comunión. Pero, aun así, no logramos reunir más que a un grupo del presbiterio.
La pregunta que nos hacemos cada año es: ¿Es posible poner medios para encontrarnos más? ¿Es posible encontrarnos todos como familia y presbiterio? ¿Qué nos impide visibilizar alguna vez aquello que celebramos en la Eucaristía y lo que somos en el ministerio? Sé que me entiendes. Es lo que tantas veces pedimos en nuestras propias comunidades cristianas: la necesidad de vernos y encontrarnos quienes participamos en la Iglesia como familia, para juntos alentar pistas de futuro como sacerdotes.
Sabemos que hay muchas ocupaciones, cansancios, a veces crisis y dudas. Hay tareas inmediatas que parecen más urgentes. Pero esto puede llevarnos a la tentación de vivir el ministerio en espacios cerrados, olvidando que nuestro servicio tiene una dimensión visible y comunitaria. En ese sentido, San Ignacio de Antioquía nos recordaba: “Así como el Señor nada hacía sin el Padre, estando unido a Él, ni por sí mismo ni por los apóstoles; así tampoco hagáis nada vosotros sin el obispo y los presbíteros. Cuando os reunáis en el mismo lugar, haya una sola oración, una sola petición, un solo pensamiento, una sola esperanza, en amor y en gozo inmaculado” (Carta a los Magnesios, 7).
Necesitamos momentos significativos en los que hacer visible quiénes somos: un presbiterio, con sus dificultades, pero unido por vínculos reales, que se sostiene y se anima mutuamente en el camino que Dios nos ha confiado.
Por eso, recogiendo aportaciones y propuestas de muchos, hemos decidido dar un paso nuevo en la vida de nuestro presbiterio. Lo nuevo puede provocar dudas o resistencias, pero la vida de fe siempre nos pide un paso de confianza en el Espíritu, sobre todo cuando el impulso y lo que se proponga nacerá de las ilusiones y aportaciones de todos.
Convocar esta primera Asamblea Presbiteral de la diócesis de Madrid, “Convivium”, es un reto y una gracia. En su raíz más profunda, “asamblea” no significa simplemente reunión, sino convocatoria sagrada: una comunidad reunida por una llamada divina.
La noción misma de “asamblea” —los convocados por Dios— expresa nuestra identidad más profunda como Iglesia y como presbiterio. Es responder a la llamada de Cristo que reúne a sus ministros para encontrarse y discernir su voluntad. Es manifestar la comunión sacerdotal y la corresponsabilidad en el servicio al Pueblo de Dios. Es signo visible de la sinodalidad, donde cada presbítero, unido a su obispo, participa del mismo don y misión.
Convocar una asamblea presbiteral es, por tanto, un acto de fe y de comunión: una respuesta concreta al Señor que nos convoca para escucharlo, encontrarnos, discernir juntos y renovar nuestra fraternidad sacerdotal. No es algo absoluto, pero sí un deseo que se esconde en el corazón de quienes deseamos reconocer la familia presbiteral, alentarla y cuidar su rostro.
Quisiera ofrecerte algunas pautas que sostienen esta invitación personal que te hago:
1 . Un tiempo nuevo
Tenemos por delante un tiempo nuevo que necesita que impulsemos y repensemos juntos “cómo ser juntos sacerdotes y qué aspectos debemos subrayar y cuidar”. Como dijo San Juan Pablo II: “El presbítero no está solo en su camino; forma parte de un presbiterio unido por vínculos de caridad, oración y colaboración” (Pastores Dabo Vobis, 74).
En este momento de la Iglesia la sinodalidad es una llamada constante del Papa Francisco y ahora también del Papa León. No se trata de cuestionar nuestra identidad sacerdotal, sino de ahondar en el ejercicio de nuestro ministerio desde una clave relacional y misionera, y teniendo muy en cuenta la realidad cambiante de la diócesis de Madrid a la que servimos
2 . Un proceso, no un evento
Esta Asamblea no es un hecho aislado. Es el comienzo —o mejor dicho, la continuación— de un camino presbiteral que exige de nosotros una disposición personal sincera, una escucha atenta y una participación comprometida en los espacios intermedios de diálogo y discernimiento: consejos pastorales parroquiales, consejo presbiteral, encuentros de arciprestes, comunidades cristianas, equipos sacerdotales, arciprestazgos, vicarías... Solo así podremos llegar a un encuentro fecundo, donde podamos orar juntos y ofrecer las líneas pastorales compartidas que iluminen la pregunta: “¿Qué sacerdotes necesita Madrid en este tiempo?”
Se trata de iniciar un camino de cuidado y de impulso de nuestro ministerio ante los grandes retos que se nos presentan a todos ante la misión única que compartimos. “Comprometámonos a hacer de nuestras diversidades un taller de unidad y comunión, de fraternidad y reconciliación, para que cada uno en la Iglesia, con la propia historia personal, aprenda a caminar junto con los demás” (Homilía en la solemnidad de San Pedro y San Pablo del Papa León XIV el 29 de junio de 2025).
Nuestra preparación y participación en esta Asamblea es, por tanto, una expresión concreta de nuestra corresponsabilidad en la misión y de nuestra fidelidad a la llamada recibida. No se trata de un acto puntual, sino de un camino que comienza en la escucha y culmina en el discernimiento compartido, para que juntos podamos responder a lo que el Espíritu dice hoy a nuestra Iglesia diocesana.
Por eso hemos preparado unas pistas personales de trabajo para cada sacerdote, al igual que pistas de trabajo en los arciprestazgos y de reflexión en los consejos de pastoral con nuestras comunidades. Serán unas pistas que nos ayudarán a caminar. Te pido que no dejes de lado esta oportunidad de oración y de apertura a la llamada del Señor que cuenta contigo religándote a tus hermanos y a tu obispo.
3. El valor de estar juntos
Se trata de estar juntos y significarlo en algún momento. Tal y como sucede en tu comunidad o parroquia, como sucede en cada espacio eclesial. Necesitamos encontrarnos, mirarnos a los ojos, compartir la fe y así presentarnos ante nuestra Iglesia diocesana, pues el ministerio se vive y crece en la asamblea visible.
Por eso, no te convoco a una reunión, sino a un camino presbiteral que comienza con la disposición personal de cada uno a dejarse interpelar por el Señor. Que continúa luego con la escucha y la participación activa en los espacios intermedios donde compartimos la vida y el ministerio. Que se desarrollará en el encuentro fraterno de la Asamblea, donde juntos discerniremos y ofreceremos subrayados en nuestro servicio al pueblo de Dios y que se continuará prolongando en los diálogos en los órganos diocesanos de corresponsabilidad (consejo episcopal, consejo presbiteral, etc.).
Benedicto XVI nos recordaba que “la comunión presbiteral se funda en la comunión sacramental y encuentra su expresión concreta en la corresponsabilidad y la cooperación en el servicio pastoral” (Sacramentum Caritatis, 7). Así, con todo mi cariño y convicción, deseo que esta Asamblea sea una gracia de Dios, una oportunidad para renovar nuestra comunión sacerdotal y fortalecer la misión que el Señor nos ha confiado.
Que tu preparación, presencia y compromiso sean signo de amor a Cristo y a su Iglesia. Quiera Dios que la vida consagrada y el laicado de nuestra diócesis se impliquen asimismo en este momento tan especial con su reflexión, sus aportaciones y su oración.
Que María, Nuestra Señora de la Almudena, Madre de los sacerdotes, nos acompañe en este proceso eclesial y nos enseñe a caminar unidos como verdaderos servidores del Evangelio.
Todo lo ponemos en manos del Señor, sabiendo de Quién nos hemos fiado.
Fraternalmente,
+ Jose Cobo Cano
Cardenal arzobispo de Madrid





