El Sínodo, protagonista en una Plenaria donde los obispos llaman a los fieles a una participación masiva

Las diócesis son conscientes de que esta fase diocesana, que concluye el 15 de agosto, constituye un momento histórico: "La sinodalidad ayudará a la Iglesia a renovarse"

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Los obispos son conscientes de ello: la primera fase diocesana del Sínodo de los Obispos es una oportunidad única para emprender un camino hacia la renovación y para que ciertos sectores críticos con la Iglesia superen sus prejuicios.

El presidente de la Conferencia Episcopal Española lo pudo decir más alto, pero no más claro durante su discurso inaugural de la Asamblea Plenaria: “La sinodalidad ayudará a la Iglesia a renovarse bajo la acción del Espíritu y gracias a la escucha de la Palabra”.

Por ello, el cardenal Juan José Omella no dudó en invitar a los religiosos, laicos y personas que se sientan alejadas de la Iglesia de hoy a participar en este proceso que en cada país se prolongará hasta el próximo 15 de agosto. Unos meses que, bien aprovechados, supondrá una oportunidad de diálogo y escucha sobre los retos a los que se debe enfrentar la Iglesia en el futuro.

“Tenemos una oportunidad única para tomarnos en serio que somos un Pueblo de Dios que caminamos juntos hacia el Reino prometido. Tenemos una oportunidad única para no ser una masa de espectadores o consumidores de unos servicios religiosos, sino un pueblo de actores y trabajadores, cada uno según su condición, en la Historia de la Salvación”, expresaba el también arzobispo de Barcelona en un discurso donde la sinodalidad ocupó la mayor parte de su intervención, con el fin de alertar del momento crucial e histórico que vive la Iglesia aunque, a la vez, sabedor de lo difícil que es movilizar a la sociedad por una causa, máxime en un país desarrollado como el nuestro.

Durante esta semana de Plenaria, el Sínodo de los Obispos, que culminará en Roma en octubre de 2023, está en el orden del día. Un tiempo en el que los obispos debaten sobre el itinerario a seguir en la fase diocesana, y que contará con la presencia del subsecretario del Sínodo de los obispos, el agustino español Mons. Luis Marín de San Martín.

Pero desde que el pasado 17 de octubre comenzara esta fase, las diócesis con sus obispos al frente se pusieron manos a obra. Echar toda la carne en el asador se antoja necesario en los próximos meses para llamar a la participación masiva del Pueblo de Dios. Tanto es así que el cardenal Omella se mostraba contundente cuando afirmaba que esta renovación de la Iglesia se podía extender, con el esfuerzo de todo, en el resto de ámbitos de nuestra sociedad, como la política o la economía.

“Sí, los católicos, que estamos presentes en todos los ámbitos de la sociedad, en la medida que entremos en la dinámica sinodal que nos propone el Papa, ayudaremos a la cohesión, a la humanización y al bien común de España”.

Los titulares de las diócesis saben que será necesario un ímprobo esfuerzo por recuperar a los fieles que, por diversas circunstancias, se han ido alejando de la palabra de Dios y de la Iglesia, lo que ha propiciado una pérdida de la cultura de la fe en nuestra sociedad. A todos ellos, el presidente del episcopado ha pedido perdón, reconociendo así que determinados episodios protagonizados por religiosos o laicos no han ayudado.

“Las inconsistencias internas de la Iglesia y de los cristianos, y, también hay que decirlo claro, de nosotros, los propios pastores de la Iglesia, y por ello pido perdón, pues con nuestra falta de testimonio e incoherencias, por nuestras divisiones y falta de pasión evangelizadora, en no pocas ocasiones contribuimos, no sin escándalo, a la desafección y a la falta de confianza en la jerarquía, en la propia Iglesia”.

Hay mucho trabajo por hacer y, pese a que el 15 de agosto se ve todavía lejos, se debe trabajar por movilizar a los fieles cuanto antes. Ya lo comentaba el pasado mes de septiembre el arzobispo emérito de Zaragoza, Mons. Vicente Jiménez: “Para consultar hay que dar participación, que sea inclusiva, no solo para quienes están dentro de la Iglesia, sino también a los que están fuera, los excluidos. A ellos hay que llegar para que manifiesten su opinión y expresar lo que sienten y quieren de la Iglesia”.

De lo contrario Jiménez, en calidad de responsable de coordinar esta fase diocesana en la Conferencia Episcopal Española, alertaba que se corría el riesgo de que participen en el proceso “unos pocos, los de siempre”. El antídoto contra ello es dialogar y escuchar con libertad.

Será necesaria grandes dosis de “imaginación creativa” para animar a los católicos a participar en el proceso, y es en ello en lo que están trabajando esta semana, de manera intensa, los obispos de España en la calle Añastro (sede de la Conferencia Episcopal Española).

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