Testigos de la conversión: Charles de Foucauld
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Mons. Agustí Cortés En el marco del Año de la Fe hablamos de "la fe católica". Con esta expresión, generalmente se entiende la fe que profesan los cristianos de la Iglesia católica, distinguiéndola de la fe de otras confesiones cristianas. Pero en realidad toda fe cristiana es católica por necesidad, porque "católica" significa "universal". La solemnidad de la Epifanía celebra precisamente el acontecimiento de la manifestación universal del misterio de nuestra fe. Aunque Jesús nació y vivió en una cultura y un tiempo preciso de la historia, su Verdad, siendo la misma siempre, se manifiesta para ser creída y vivida por todos los pueblos de la tierra.
Es momento oportuno para dejarnos iluminar por el testimonio de un convertido singular, Carlos de Foucauld (el Hermano Carlos de Jesús) (1858-1916), verdadero paradigma de la catolicidad de la fe y del amor cristiano: uno de sus gritos proféticos fue que la vida de Jesús en Nazaret se podía y se debía vivir como tuareg del desierto y como cualquier ciudadano del mundo. ¿Cuál fue su descubrimiento?
Nace en una familia acomodada y creyente, pero queda huérfano a los seis años. Crece con su hermana María, bajo la tutela de su abuelo, orientándose hacia la carrera militar. Recibió la Primera Comunión y la Confirmación, pero a los quince años pierde la fe y, tras la muerte de su abuelo se ve absolutamente libre y con posibilidades económicas. Se entregó a todo tipo de experiencias placenteras, egoístas y orgullosas, hasta ser expulsado del Ejército. Pidió, sin embargo, ser readmitido para ir a la guerra de Orán, en Argel, como gesto de camaradería y nobleza. Acabada la guerra, abandona las armas y se entrega al conocimiento del mundo y la cultura norteafricana. El hecho decisivo fue que el testimonio de fe de los musulmanes despertó en él un profundo cuestionamiento sobre Dios: "Estamos hechos para algo más que esta vida? Dios mío, si existes, haz que te conozca". Vuelto a París, el misterio de Cristo se le aproxima por los testimonios de su tía, su prima María de Bondy y el sacerdote P. Huvelin. El conocimiento más profundo de Jesucristo y la experiencia del perdón en la Confesión significaron para él descubrimiento
de una alegría y una libertad insospechadas. Desde entonces no querrá, sino reproducir la vida de Jesús. Se va a Nazaret, a vivir en oración, pobreza total y en servicio humilde. Es ordenado sacerdote, según él "para imitar más perfectamente a Jesús". Vuelve al desierto, a Beni-Abbès y Tamanrasset, entre Argel y Marruecos: allí, en la adoración eucarística y el servicio, llegará a ser "el hermano universal", Jesucristo vivo, oculto y sencillo, entre los tuaregs. Y allí mismo, asesinado por un asaltante, encontró la muerte, tan violenta como pacífica, tan anónima y olvidada como testimonial, tan injusta como sacrificial. Era la historia de un fracaso. Había escrito:
"Si el grano de trigo que cae en tierra no muere, queda solo; si muere da mucho fruto? Yo no he muerto, por eso estoy solo".
Hoy miles de seguidores pueblan el mundo y la luz de Jesucristo en él reflejada sigue iluminando la Iglesia. Había hallado el amor de Dios en Jesucristo. Un amor católico por ser gratuito, vivido en la pobreza y en la contemplación, compartido en la presencia y en el servicio concreto.
? Agustí Cortés Soriano
Obispo de Sant Feliu de Llobregat





