Seminarios que vivan la alegría de anunciar el Evangelio

Seminarios que vivan la alegría de anunciar el Evangelio
Publicado el - Actualizado
3 min lectura
Mons. Joan E. Vives Este domingo, próximo a la solemnidad de San José, Custodio de Cristo, siempre oramos y ayudamos a nuestros Seminarios, porque sabemos que son el corazón de la Diócesis. En el Seminario de La Seu, en el Seminario Mayor Interdiocesano de Barcelona y en las Facultades de Filosofía y de Teología de Cataluña, se forman los futuros pastores de nuestra Diócesis. Hoy recordamos que hay 6 jóvenes de Urgell que se están preparando para el ministerio de servidores y pastores. Son el relevo que Dios nos envía para tantos buenos sacerdotes que nos han ayudado en la vivencia de la fe cristiana, compartiendo de cerca la vida de nuestros pueblos, y tejiendo la fe que es la raíz de nuestra historia como pueblo. Admirables y buenos sacerdotes que han sido testigos de la alegría y la felicidad que se encuentra cuando se anuncia el Evangelio. "¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que proclama la paz, que anuncia la buena noticia, que pregona la justicia, que dice a Sión: ‘¡Tu Dios reina!’" (Is 52,7).
Actualmente vivimos inmersos en una cultura que exalta el individualismo, el amor de sí mismo y la provisionalidad. Todos tienen mucho miedo a decir "para siempre". Pasa en las familias, sobre todo, que se nos deshacen, porque pierden el sentido del amor basado en un compromiso irrevocable entre un hombre y una mujer, abiertos a la fecundidad inigualable que son los hijos, y a la entrega a los abuelos, y los débiles… Si la familia deja de ser lugar del amor verdadero, acogedora de la vida, deja de existir el amor en el mundo y se sustituye por el egoísmo, algo terrible. Y eso mismo degrada todas las opciones de compromiso en la vida. Por esto cuestan hoy las vocaciones a la entrega sacerdotal, a la vida consagrada y al matrimonio fiel y para siempre. En la Jornada de oración por los seminaristas, nos damos cuenta cuán necesarios y de valiosos son estos jóvenes que entregan su vida, sin egoísmo, por Cristo y se hacen pobres y humildes según Cristo. Y todo para servir al Pueblo de Dios a imagen del Buen Pastor que da la vida por sus ovejas. ¡Necesitamos tanto estos testimonios de amor irrevocable, que no se echará atrás! Debemos pedir con confianza vocaciones al sacerdocio que se entreguen para anunciar el Evangelio de la alegría. Y remar y educar en la dirección de una cultura de la entrega, de la ayuda al prójimo, de la donación sin límite ni medida. "La medida del amor es amar sin medida" decía S. Agustín.
Ya que el Evangelio es fuente de alegría, como dice el Papa Francisco en su reciente exhortación apostólica, "un evangelizador no debería tener permanentemente cara de funeral. Recobremos y acrecentemos el fervor, la dulce y confortadora alegría de evangelizar, incluso cuando hay que sembrar entre lágrimas […] Y ojalá el mundo actual ?que busca a veces con angustia, a veces con esperanza? pueda así recibir la Buena Nueva, no a través de evangelizadores tristes y desalentados, impacientes o ansiosos, sino a través de ministros del Evangelio, cuya vida irradia el fervor de quienes han recibido, ante todo en sí mismos, la alegría de Cristo" (Ev. Gaudii nº 10).
Encomendemos las vocaciones sacerdotales del presente y del futuro que sabemos que Dios quiere para su Iglesia. Amemos nuestro Seminario diocesano y acompañemos aquellos que quieren hoy vivir un amor fiel y para siempre, un amor que se testimonia y se irradia con alegría, para ser como "otro Cristo" en medio de nuestro mundo, y continuar así su ministerio de Sacerdote, Siervo y Buen Pastor.
+ Joan E. Vives
Arzobispo de Urgell