Lo que quiere Dios

Agencia SIC

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Mons. Agustí Cortés El "si Dios quiere" del creyente, cuando hace planes para el futuro inmediato, en efecto, tiene un gran valor. Y, puesto en diálogo con Dios, se ve lógico que formule la pregunta: "Pero, ¿puedes decirme lo que quieres para mí, para los míos, para la Iglesia, para el mundo?". Y además, el creyente estará dispuesto a asumir la distancia entre los pensamientos y los planes de Dios y los nuestros?

Pero, como decimos, Dios no ha callado, no ha dejado sin respuesta este gran interrogante: aunque algunos, con la intención de conseguir la unidad de todas las religiones, subrayen que nos hemos de encontrar en un Dios sin nombre, sin rostro, sin oídos y sin boca, los cristianos sabemos que la conversación con Dios no acabó ni acaba en el silencio.

El mismo profeta Isaías, que afirmaba que los pensamientos de Dios distan de los nuestros como el cielo de la tierra, también proclamó:

"Como descienden la lluvia y la nieve de los cielos y no vuelven allá, sino que empapan la tierra, la fecundan y la hacen germinar? así será mi palabra, la que sale de mi boca?" (Is 55,10-11)

Es verdad que entre Dios y nosotros, entre lo que Él quiere y queremos nosotros, puede haber una distancia infinita, un abismo que por nosotros mismos no podemos salvar. Pero sí lo puede atravesar Dios. Y así lo ha querido y lo quiere: comunicarnos su Palabra, manifestarnos su voluntad. Es lo que hacen los amigos que se quieren bien: entre ellos no hay distancia que impida su comunicación.

Recordemos que esto forma parte de una de las convicciones más fundamentales de nuestra fe: que la Palabra de Dios, Dios mismo, se hizo carne, se hizo mundo, historia humana en Jesús de Nazaret, por amor. Quería conseguir, entre otros objetivos, que nosotros conociéramos los secretos de su voluntad. Y fue el propio Jesús quien dijo:

"La voluntad de mi Padre es que todo aquel que ve al Hijo de Dios y cree en él, tenga vida eterna" (Jn 6,40)

Estas palabras, que tantas veces hemos escuchado, no se dijeron pensando en grandes elevaciones místicas, ni se han de recordar solamente en momentos de gran transcendencia en la vida, como cuando uno considera la muerte y el más allá. También iluminan, por ejemplo, un comienzo de curso.

Hacer planes y proyectos tiene mucho que ver con "la voluntad de Dios y la vida eterna". Por tanto tiene mucho que ver con la fe en el Hijo de Dios, Jesús.

Si no somos autómatas y no renunciamos a nuestra libertad, al inicio de curso se plantean objetivos y se elaboran estrategias para lograrlos. El creyente, que desea abandonarse a la voluntad de Dios, porque sabe que en ello va su felicidad, y le pregunta a Él, qué es lo que quiere, siempre obtendrá de Jesús una respuesta semejante: "Cree en mí".

Esta respuesta tan breve y tan sencilla encierra muchos mensajes:

– Cuenta conmigo para el próximo curso. Ten confianza.

– Aplica tus fuerzas al trabajo, pero solo no puedes ser feliz.

– Arriésgate a amar como yo lo hice.

– No pienses solamente en ti y tus planes, sino también en el futuro de los otros y de la sociedad.

– No tengas miedo a lo que pueda pasar.

– No te fíes de éxitos llamativos, busca siempre la humildad y la sencillez.

? Y un largo etcétera. Pues lo que Dios quiere y la vida eterna que se nos ha prometido, comienza a labrarse también en el día a día de este curso. Nuestro Dios es el Dios de la historia.

? Agustí Cortés Soriano

Obispo de Sant Feliu de Llobregat

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