El obispo polaco que el comunismo no pudo censurar: 47 años del primer día de Karol Wojtyła como Papa

Juan Pablo II rompió siglos de tradición el 22 de octubre de 1978 y se convirtió en el pontífice más viajero de todos los tiempos

Juan Pablo II

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Gonzalo de Esteban

Madrid - Publicado el - Actualizado

3 min lectura

Hace 47 años, la fumata blanca emergió de la Chimenea de la Capilla Sixtina y cambió la historia para siempre. Aquel 22 de octubre de 1978, bajo un cielo romano que comenzaba a oscurecer, más de 100.000 personas abarrotaron la Plaza de San Pedro sin imaginar que estaban a punto de conocer al Papa que rompería cinco siglos de tradición. Tras apenas dos días de cónclave y ocho votaciones, los 111 cardenales reunidos habían elegido a Karol Wojtyła, un cardenal polaco de 58 años que se convertiría en San Juan Pablo II.

El cardenal Pericle Felici pronunció desde el balcón el nombre "Carolum Wojtyla" y un murmullo de confusión recorrió la multitud. Por primera vez en 455 años, desde 1523, un no italiano ocupaba el trono de Pedro. Nadie podía prever que acababan de elegir al que sería el segundo pontificado más largo de la historia: 26 años, 5 meses y 17 días que transformaron la Iglesia Católica y el panorama geopolítico mundial.

Minutos después, el nuevo Papa salió al balcón con una sonrisa que conquistó inmediatamente a la multitud. Sus primeras palabras resonaron con una humildad conmovedora: "No sé si puedo explicarme bien en vuestra... en nuestra lengua italiana. Si me equivoco, me corregirán". La plaza estalló en aplausos. Luego añadió aquella frase que definiría su pontificado: "¡No tengáis miedo! ¡Abrid, más todavía, abrid de par en par las puertas a Cristo!"

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 El cónclave relámpago que eligió al Papa viajero  

El Cónclave de octubre de 1978 entró en los libros de historia por su rapidez y dramatismo. Convocado apenas 33 días después de la muerte del Papa Juan Pablo I (cuyo brevísimo pontificado de un mes conmocionó al mundo), los cardenales se encerraron en la Capilla Sixtina el 14 de octubre sabiendo que la Iglesia necesitaba estabilidad. La elección llegó el 16 de octubre tras la octava votación, cuando Wojtyła superó ampliamente los dos tercios necesarios. El cardenal Franz König de Viena fue pieza clave, convenciendo a muchos electores de que la Iglesia necesitaba una voz fresca desde el corazón de la Europa comunista.

Lo que los cardenales no sabían es que estaban eligiendo al Papa más viajero de la historia: realizaría 104 viajes apostólicos internacionales, visitando 129 países. Y España ocuparía un lugar privilegiado en su corazón. Juan Pablo II fue el pontífice que más veces visitó España: cinco viajes apostólicos entre 1982 y 2003. Durante esas visitas, canonizó santos españoles, presidió encuentros multitudinarios y consolidó las Jornadas Mundiales de la Juventud que revolucionarían la pastoral juvenil católica. Su primera visita en noviembre de 1982 marcó un hito histórico al ser el primer Papa en pisar territorio español desde el siglo XVI.

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 El legado de un día que marcó medio siglo  

Aquel 22 de octubre quedó grabado para siempre en el calendario. Hoy, exactamente 47 años después, la Iglesia Católica celebra la festividad litúrgica de San Juan Pablo II, conmemorando precisamente el día de su elección. La fecha cobra especial simbolismo porque representa el inicio de un pontificado que nadie imaginó que duraría más de un cuarto de siglo. Wojtyła tenía 58 años cuando fue elegido, siendo el Papa más joven del siglo XX, y muchos esperaban un pontificado de transición. En cambio, vivió hasta los 84 años, convirtiéndose en testigo y protagonista del derrumbe del comunismo, la caída del Muro de Berlín y el cambio de milenio.

La fumata blanca tardó apenas 18 minutos en salir tras la última votación, una rapidez inusual. Cuando Wojtyła aceptó con las palabras "Obedeciendo en la fe", se convirtió en el primer Papa eslavo de la historia. En Polonia, donde el régimen comunista intentó censurar la noticia, miles de ciudadanos se lanzaron espontáneamente a las calles de Varsovia y Cracovia en una celebración que las autoridades no pudieron contener. La Santa Sede recoge que aquel acontecimiento marcó el principio del fin de la dictadura comunista en Europa del Este. Hoy, casi cinco décadas después, aquel joven obispo polaco que pidió humildemente que le corrigieran su italiano es venerado como santo, y sus palabras continúan resonando en millones de corazones que recuerdan el día en que un Papa cercano, sonriente y valiente conquistó el mundo desde un balcón romano.

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