El pan y el vino (y II)

El pan y el vino (y II)
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Mons. Juan José Omella El pan eucarístico se presenta bajo la forma de un disco fino hecho con pan ázimo (palabra que viene del griego "a-zumé" que significa "sin levadura") y al que se le da el nombre de hostia. Este nombre relaciona la comunión eucarística con el sacrificio ya que en latín hostia significa la víctima expiatoria pues así lo indica san Pablo con relación a Cristo: "Vivid en el amor como Cristo os amó y se entregó por nosotros como oblación y víctima de suave olor (?tradidit semetipsum hostiam Deo in odorem suavitatis?)" .
Los judíos no empleaban otro pan que el ázimo para la cena pascual y ese es el que utilizó Cristo para su última Cena. Por esta razón la Iglesia no permite consagrar otro tipo de pan.
Las hostias, o llamadas también formas, se colocan en una patena (del latín "patena" que significa "plato cóncavo") o en un copón (del griego "Kibôrion" que significa "fruto del nenúfar" ). Fuera de las Misas el pan consagrado se guarda en el Sagrario. La velita encendida junto al sagrario nos recuerda que Dios está ahí. Debemos cuidar que la velita esté en lugar visible de manera que todos los cristianos caigamos en la cuenta de que allí está el Señor. De ahí que respetemos al Señor presente en el sagrario, le adoremos, le amemos y le recemos. El santo Cura de Ars repetía muchas veces: "Él está ahí" , señalándolo con el dedo y con lágrimas en los ojos. Por eso es frecuente que en las parroquias se haga la Adoración del Santísimo porque Dios está presente en ese trocito de pan de la Eucaristía.
Y no quisiera pasar por alto algo sencillo, pero importante, que no dejemos de hacer la genuflexión o una reverencia cuando pasemos delante del Sagrario. En un signo evangelizador: mostramos nuestra fe e indicamos que el Señor está presente en nuestras Iglesias, que, ante todo y sobre todo, son casas de oración.
Cómo no recordar aquí la conversión del escritor francés, André Frossard. Sus padres (ella, atea de origen protestante y él, judío) lo criaron como ateo, pero a los 20 años de edad se convirtió al catolicismo tras tener una visión sobre "un mundo distinto, de un resplandor y una densidad que arrinconan al nuestro a las sombras frágiles de los sueños incompletos".
Una tarde del mes de julio de 1935 Willemin, su amigo y compañero de trabajo, detiene el coche junto a una iglesia. Le pide a André que aguarde unos momentos, que tiene que hacer algo allí dentro. André espera tranquilo, indiferente. El tiempo pasa, y Willemin tarda en salir. Al final, André se decide a entrar para buscar a su amigo, para ver por qué tarda tanto. En la Iglesia hay un grupito de gente adorando al Santísimo que está expuesto en el altar. ¿Qué pasó allí? Así lo cuenta él mismo: "Habiendo entrado, a las cinco y diez de la tarde, en una capilla del Barrio Latino en busca de un amigo, salí a las cinco y cuarto en compañía de una amistad que no era de la tierra.
Habiendo entrado allí escéptico y ateo de extrema izquierda, y aún más que escéptico y todavía más que ateo, indiferente y ocupado en cosas muy distintas a un Dios que ni siquiera tenía intención de negar -hasta tal punto me parecía pasado, desde hacía mucho tiempo, a la cuenta de pérdidas y ganancias de la inquietud y de la ignorancia humanas-, volví a salir, algunos minutos más tarde, "católico, apostólico, romano", llevado, alzado, recogido y arrollado por la ola de una alegría inagotable" .
Que no dejemos de venerar y amar al Señor presente en el pan y el vino de la Eucaristía que alimenta nuestra fe, sostiene nuestra esperanza y nos hace crecer en el amor.
Con mi afecto y bendición,
+ Juan José Omella Omella