Mes de octubre, mes del Rosario

Mes de octubre, mes del Rosario

Agencia SIC

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Mons. Ge­rar­do Mel­gar Hasta hace no mucho tiempo hablar del mes de octubre como el "mes del rosario", era algo que entendía todo cristiano y no extrañaba a na­die, porque la práctica del rezo del rosario era una experiencia que se vivía en muchas, por no decir en la mayoría de las familias cristianas.

oy, si las familias cristianas tu­vieran que explicar a otras que no lo son en qué consiste dicha práctica, seguro que encontrarían serias difi­cultades para hacerlo, por no decir, que no lo lograrían; porque ya se desconoce, porque ya en las fami­lias cristianas tampoco se practica el rezo del rosario.

La familia no reza el rosario, no porque esta práctica haya dejado de tener validez, sino porque ya no se reza ni el rosario ni otro tipo de ora­ciones en familia.

Nuestras familias ya no rezan juntas como familia. Es más, cuando la madre o la abuela rezan, lo hacen cuando están solas, cuidando que no esté el resto de la familia delante para no molestar, para que los otros no se sientan mal, como si rezar fue­ra algo que la familia y en la familia cristiana se debiera ocultar.

El rosario, como lo fue siempre, sigue siendo una oración válida y valiosa, y los que solemos rezarlo lo sabemos, pero para poder entender y descubrir su sentido, antes debe­mos recuperar el valor de la oración en familia, descubrir lo valiosa que es como experiencia para los hijos. A través de la oración los hijos van a tener una experiencia de fe, expe­riencia esta, que va a tener una im­portancia grande para toda su vida como creyentes.

Cómo olvidar aquella estampa en la que el padre o la madre dirigía el rezo del rosario y los hijos, unas veces más formales, y otras menos, porque éramos críos, pero rezába­mos, nos dirigíamos a María, una y otra vez, hasta las cincuenta avema­rías que componen los cinco miste­rios. Por cincuenta veces le decíamos juntos los mismos piropos a la madre del cielo, la llena de gracia, la felicitá­bamos porque el Señor está con ella, la llamábamos bendita porque ha sido elegida entre todas las mujeres, y le agradecíamos el fruto de su vien­tre: Jesús.

También le pedíamos por noso­tros, que nos sabemos pecadores, no solo ahora en esta vida, sino que so­licitábamos su auxilio en la hora de nuestra muerte.

Queridos amigos, queridos cris­tianos: tenemos que recuperar la ora­ción y la oración en familia y, por qué no, el rosario en familia. No importa que a veces nos distraigamos y des­pistemos, pero si sabemos que esta­mos piropeando a nuestra madre y que le estamos pidiendo su amparo y ayuda, con ello tiene más que cumplida su misión el rezo del rosario.

La pérdida de esta práctica del rezo del rosario en familia nos hace ver no solo eso, nos hace entender que no es el rosario lo que no reza­mos, porque, como dicen algunos, resulta muy monótono y nos distrae­mos y no sabemos lo que decimos. El problema auténtico es que no reza­mos, que la oración no tiene impor­tancia hoy para tantos que se llaman cristianos y que, no es que no recen el rosario, es que no rezan nada.

La oración en familia, sea del tipo que sea, es un signo claro de que se es una familia cristiana, porque el que reza es que cuenta con el Señor; pero si no se reza, Dios ha dejado de tener en nuestra vida la importancia que le corresponde.

Amigos y familias cristianas: mi­rémonos por dentro, fijemos nuestro pensamiento y nuestros ojos en nues­tra familia y analicemos si la oración tiene o no tiene importancia para nosotros, porque su realidad o su ausencia es el barómetro de nuestra fe, de nuestra identidad de cristianos y de lo importante o no importante que está siendo Dios en nuestra vida y en nuestra propia familia.

+ Ge­rar­do Mel­gar

Obis­po de Ciu­dad Real

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