La conversión: Gustad y ved que bueno es el Señor

La conversión: Gustad y ved que bueno es el Señor

Agencia SIC

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Mons. Eusebio Hernández Queridos hermanos y amigos:

Este domingo cuarto de Cuaresma, quisiera seguir profundizando en el tema de la conversión que iniciábamos el domingo pasado. El Evangelio de la Misa de hoy nos presenta la parábola del hijo pródigo (Lucas 15, 1-3. 11-32) y, por lo tanto, nos invita a una nueva profundización en este tema.

El Catecismo de la Iglesia Católica (1439) nos explica las actitudes de la conversión y de la penitencia a través de este texto del evangelio que hoy escuchamos en la Misa:

El proceso de la conversión y de la penitencia fue descrito maravillosamente por Jesús en la parábola llamada "del hijo pródigo", cuyo centro es "el padre misericordioso" (Lc 15,11-24): la fascinación de una libertad ilusoria, el abandono de la casa paterna; la miseria extrema en que el hijo se encuentra tras haber dilapidado su fortuna; la humillación profunda de verse obligado a apacentar cerdos, y peor aún, la de desear alimentarse de las algarrobas que comían los cerdos; la reflexión sobre los bienes perdidos; el arrepentimiento y la decisión de declararse culpable ante su padre, el camino del retorno; la acogida generosa del padre; la alegría del padre: todos estos son rasgos propios del proceso de conversión. El mejor vestido, el anillo y el banquete de fiesta son símbolos de esta vida nueva, pura, digna, llena de alegría que es la vida del hombre que vuelve a Dios y al seno de su familia, que es la Iglesia. Sólo el corazón de Cristo, que conoce las profundidades del amor de su Padre, pudo revelarnos el abismo de su misericordia de una manera tan llena de simplicidad y de belleza.

En esta palabras que, de una forma tan clara, nos presenta el sentido de la parábola de hijo pródigo son una introducción que el Catecismo hace antes de presentar el sacramento de la Penitencia.

Dios Padre de misericordia

Aunque popularmente esta parábola se conoce con el nombre del hijo pródigo, muchos comentaristas a este texto nos indican que más que el hijo que vuelve arrepentido, el gran protagonista es el padre que espera. De hecho el Catecismo nos dice que el padre misericordioso es el centro de la parábola.

Cuando en el sacramento de la Penitencia recibimos la absolución, ésta comienza precisamente con estas palabras: Dios Padre misericordioso. El Catecismo (1449) subraya este aspecto de la absolución: La fórmula de absolución en uso en la Iglesia latina expresa el elemento esencial de este sacramento: el Padre de la misericordia es la fuente de todo perdón. Realiza la reconciliación de los pecadores por la Pascua de su Hijo y el don de su Espíritu, a través de la oración y el ministerio de la Iglesia.

Cuando nos preparamos para celebrar el sacramento de la Penitencia, este aspecto debe es precisamente el que nos debe mover. No el temor, sino el amor. Es decir nuestro arrepentimiento brota del amor de Dios, al que amamos sobre todas las cosas y nos arrepentimos de haber ofendido a quien lo da todo por nosotros.

El hijo que anhela volver al Padre

Cuando el hijo descubre el engaño de todo aquello que tanto le había fascinado, reflexiona en su interior, decide volver. En definitiva, a través de su desgracia, ha sido tocado en su corazón por el Espíritu Santo. Es lo que supone, como llama el Catecismo (1428) la segunda conversión. La llamada de Dios que sigue resonando en nuestro corazón:

Ahora bien, la llamada de Cristo a la conversión sigue resonando en la vida de los cristianos. Esta segunda conversión es una tarea ininterrumpida para toda la Iglesia que "recibe en su propio seno a los pecadores" y que siendo "santa al mismo tiempo que necesitada de purificación constante, busca sin cesar la penitencia y la renovación" (LG 8). Este esfuerzo de conversión no es sólo una obra humana. Es el movimiento del "corazón contrito" (Sal 51,19), atraído y movido por la gracia (cf Jn 6,44; 12,32) a responder al amor misericordioso de Dios que nos ha amado primero (cf 1 Jn 4,10).

Queridos hermanos, todos somos hijos pródigos. En pequeña o gran medida, si somos sinceros con nosotros mismos, hemos tenido la amarga experiencia de lo mal que se vive lejos del Padre misericordioso. Este domingo y el tiempo de Cuaresma es una nueva oportunidad para volver al Padre, para postrarnos ante Él y para recibir su abrazo amoroso. Que esta actitud de vuelta sea para todos el anticipo de la gran fiesta de la Pascua. En ella el Padre nos ofrece el banquete del verdadero Cordero que es Cristo.

Con todo afecto, os bendigo.

+ Eusebio Hernández Sola, OAR

Obispo de Tarazona

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