Carta pastoral de Mons. Gerardo Melgar: Cristo ha resucitado, ¡Aleluya!

Carta pastoral de Mons. Gerardo Melgar: Cristo ha resucitado, ¡Aleluya!
Publicado el - Actualizado
4 min lectura
Este es el anuncio que es-cuchábamos en la Vigilia Pascual y que hoy, Domingo de Resurrección, se repite en nuestra liturgia. El Jueves Santo y el Viernes Santo hemos estado contemplando y cele-brando la entrega de Jesús por la salvación de todos los hombres, hemos meditado la muerte de nuestro redentor por amor a la voluntad del Padre y por amor al hombre y quedábamos con-movidos por tan gran amor a nosotros sin mérito alguno de nuestra parte. Hoy domingo celebramos su triunfo definitivo. El triunfo definitivo de nuestro Señor sobre el mal, el pecado y la muerte; su resurrección gloriosa. Cristo cargó con nuestra vida caduca, con nuestro pecado, por el cual estábamos condenados a la muerte y ha vencido a la muerte y destruido definitivamente nuestro pecado, por lo que ya no estamos condenados para siempre, sino que en Él y por Él hemos sido salvados. La resurrección de Cristo nos llena de alegría a sus seguidores. La celebración de la Pascua de la resurrección del Señor llena a toda la creación de una verdadera y profunda alegría, porque con Él y su resurrección todo ha sido renovado. Lo que parecía un fracaso el Viernes Santo se ha tornado triunfo y gloria; lo que parecía el poder de la muerte, se ha convertido en triunfo de la vida. Su muerte aparece en su plena fecundidad en la resurrección. Nosotros, los cristianos, seguido-res de la vida y el mensaje de Cristo, nos alegramos por su triunfo, por-que en Él y con Él hemos resucitado todos nosotros. Su resurrección da sentido a toda nuestra vida como discípulos y seguidores de su vida y su mensaje, porque, como dice san Pablo, si Cristo no hubiera resucitado, vana es nuestra fe, seríamos los más desgraciados siguiendo a un muerto. Pero no, Cristo ha resucitado y ya no muere más, la muerte no tiene dominio sobre Él. La resurrección de Cristo no es solo triunfo suyo y resurrección suya, sino que en Él hemos resucitado todos nosotros. Por eso, somos llamados a vivir nuestra vida como verdaderos resucitados a una vida nueva de acuerdo con el pensar y la voluntad de Dios sobre nosotros. Esto es lo que expresa san Pablo en la Carta a los Colosenses: "Por el bautismo fuisteis sepultados con Cristo y habéis resucitado con él, por la fe en la fuerza de Dios que lo resucitó de los muertos. Y a vosotros, que estabais muertos por vuestros pe-cados y la incircuncisión de vuestra carne, os vivificó con él. Canceló la nota de cargo que nos condenaba con sus cláusulas contrarias a nosotros; la quitó de en medio, clavándola en la cruz" (Col, 2, 12-15). "Por tanto, si habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra. Porque habéis muerto; y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida vuestra, entonces también vosotros apareceréis gloriosos, juntamente con él" (Col 3, 1-5). Conscientes de del hecho más importante de la vida de Cristo que es su resurrección, hemos de poner todo cuanto esté en nuestra mano en el compromiso y la vivencia en nuestra vida de nuestra condición de resucitados con Él, del estilo de vivir que él nos dejó y nos pide a sus seguidores. Junto a nuestra vida, según el estilo de vida de Jesús, Él mismo es quien nos envía a mostrar este estilo de vida a los demás, siendo verdaderos testigos suyos donde quiera que estemos y con quien quiera que estemos. Para que podamos cumplir el encargo que hizo a los apóstoles una vez resucitado, un en-cargo que nos vuelve a hacer hoy: "Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos" (Mt 28, 19-20). Hagamos nuestro este encargo del Señor y lancémonos a ser sus valientes testigos ante los demás, a enseñarles con nuestra palabra y nuestra vida todo lo que Él nos ha enseñado porque no estamos solos en el empeño, sino que Jesús resucitado se ha comprometido a estar con nosotros todos los días hasta el fin del mundo. Vivamos nuestra vida llenos de alegría por su resurrección y la nuestra y digamos al mundo que merece la pena seguir a Cristo porque su resurrección y la nuestra da verdadero sentido a toda nuestra vida y es res-puesta más auténtica a todos nuestros más profundos interrogantes. ¡Feliz Pascua de resurrección para todos!
+ Gerardo Melgar Viciosa
Obispo Prior de Ciudad Real






