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Los siete sacramentos de la Iglesia, presentes en los momentos más importantes de nuestra vida

El periodista y sacerdote Josetxo Vera reflexiona sobre la campaña de la CEE, #HazMemoria, que esta semana se centra en la presencia de los sacramentos en la vida de los cristianos

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Josetxo Vera
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Una dimensión fundamental en la vida de la Iglesia es la Iglesia que celebra y es de lo que vamos a hablar en este Siempre Aprendiendo que se une a la campaña #HazMemoria.

Siempre decimos que la vida de la Iglesia repite la vida de Jesucristo. Nos dedicamos a hacer la misión que Él mismo nos confió, anunciar el Evangelio, celebrar una Salvación y compartir el mensaje “amaos unos a otros”. Hoy vamos a dedicar este Siempre Aprendiendo en la celebración. Se funda en esa frase breve del Señor en la Última Cena cuando ha partido el pan, ha bendecido el vino, lo ha repartido a los apóstoles y termina diciendo estas cinco palabras: “Haced esto en conmemoración mía”. Estas palabras de Jesús en la Última Cena dan origen a dos de los sacramentos de la Iglesia: la eucaristía y el orden sacerdotal.

Jesús pide que esa celebración se haga nueva en la vida de la Iglesia, en cada momento. Esa misión la confía a los apóstoles y a sus sucesores y se va extendiendo hasta hoy mismo. Los sacerdotes, los obispos, los diáconos participan de una manera especial en ese anuncio de la Salvación, en esa celebración del Misterio cristianos. La Iglesia celebra la presencia de Jesús viva, activa y actual, en la Iglesia, en sus personas, en sus acciones. Jesús no es un personaje del que se habla sino una persona con la que se habla.

En este contexto, la celebración de la Iglesia es lo más reconocible para los cristianos. Los siete sacramentos acompañan a la vida de las personas. Los siete sacramentos de la Iglesia son, junto a la oración, el cauce ordinario de la gracia, el medio por el que llega a cada cristiano la ayuda que Dios nos da para cumplir la misión que nos ha confiado. De la misma forma que hay acontecimientos en la vida de las personas que marcan toda la existencia, la vida cristiana tiene también unos acontecimientos especiales que la marcan de manera definitiva.

Del mismo modo que las personas nacen a la vida, con el sacramento del bautismo los cristianos nos incorporamos a la Iglesia y comienza esa vida cristiana. Al igual que las personas se alimentan y procuran el fortalecimiento de su cuerpo, la vida cristiana se alimenta en la eucaristía y se fortalece en la confirmación. Tenemos ese nacimiento que es el bautismo, ese alimento que es la Eucaristía, ese fortalecimiento que es la Confirmación. También los momentos de la enfermedad y de la muerte son acompañados con dos sacramentos: el perdón y la unción de los enfermos. El amor y el compromiso con los demás que se vive en la vida tienen su reflejo en el matrimonio y el orden sacerdotal, en la vida cristiana.

Esta fe celebrada es la fe que ha sido anunciada por los catequistas, las obras religiosas, los sacerdotes, los misioneros. En cada una de sus llamadas convocan a la celebración de la comunidad cristiana, y en esa celebración se hace visible el pueblo de Dios, reunido en torno al altar para compartir la fe. Por eso los sacramentos se celebran en el interior de una Iglesia. La fe nunca es individual, siempre hay una comunidad cristiana que participa en la celebración. De hecho, esta celebración del misterio cristiano tiene dos consecuencias. Por un lado, sostiene la vida del cristiano y la identidad de la Iglesia. Se ha dicho decir que la eucaristía edifica la Iglesia, y la Iglesia hace (celebra) la eucaristía. Cada persona, cada parroquia, cada comunidad, cada misión, cada obra de la Iglesia se edifica, se sostiene en la eucaristía.

Al mismo tiempo, la celebración impulsa la vida y el compromiso de los cristianos que están llamados a dar testimonio de lo que viven y de lo que celebran. El envío final de la eucaristía y de todos los sacramentos, el id, es un mandato para una misión. En la celebración de la Iglesia el cristiano queda comprometido con un envío misionero. Estamos en el núcleo de la vida de la Iglesia.

El envío misionero es a veces para el anuncio y en ocasiones para el servicio de la caridad. Muchas personas dejan la confesión a un lado y inmediatamente deja de ir a Misa. Su vida cristiana se ralentiza y incluso llega a desaparecer. Un cristiano es una personas que celebra la Eucaristía y pide perdón de sus pecados. La celebración cristiana fortalece la fe de una manera fecunda a través de la gracia de Dios que nos sostienes.

Casi diez millones de personas celebran con regularidad la eucaristía y los otros sacramentos de la vida cristiana. Muchos otros tienen en la celebración de la Iglesia el referente de su vida religiosa. La Eucaristía hace la Iglesia. Por eso tantísimas personas acuden a ella porque encuentran allí la fuente de su vida. A esa celebración se dedican sacerdotes y religiosos con un compromiso completo de su vida, conscientes de que esa celebración sostiene la Iglesia. Es un servicio fundamental para la vida de la Iglesia.

España entera, en cada lugar, en cada pueblo tiene su lugar de celebración, hasta el punto de que en buena parte del país el lugar más conocido y más reconocido es el lugar de la celebración cristiana: la parroquia, la basílica, la ermita, la catedral. Es un signo visible de una realidad valiosa. Los sacramentos son necesarios para la vida de la Iglesia.


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