Francisco Manuel Alonso, profesor de Geología: "El riesgo de tsunami en Cádiz, ni ha subido, ni ha bajado, es el mismo que el del terremoto de 1955"

El mayor ejercicio de evacuación por maremoto en España reactiva el debate sobre el peligro sísmico en el Golfo de Cádiz y el recuerdo del devastador terremoto de 1755

Álvaro Criado

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Un sonido estridente ha irrumpido recientemente en los teléfonos móviles de miles de gaditanos. Se trataba del sistema eS-Alert, una herramienta diseñada para advertir a la población en situaciones de emergencia grave.

En esta ocasión, la alerta formaba parte del simulacro de tsunami más grande organizado hasta la fecha en España, una operación que movilizó a cerca de 20.000 personas en la capital gaditana. El ejercicio, calificado como un éxito por las autoridades, puso a prueba los protocolos de evacuación en un escenario de máximo riesgo.

Durante el simulacro, centros educativos cercanos a la playa de La Caleta lograron evacuar a sus alumnos hasta la Plaza de San Antonio, considerada una zona segura no inundable, en poco más de quince minutos. Aunque la población estaba prevenida, el ejercicio ha servido para interiorizar los protocolos de actuación ante un posible maremoto y ha reabierto el debate sobre la vulnerabilidad real de la costa andaluza ante un fenómeno de estas características.

Un riesgo real anclado en la historia

La elección de Cádiz como escenario de este simulacro no es casual. La ciudad y toda la costa atlántica andaluza viven con el recuerdo histórico del devastador terremoto registrado en Lisboa en 1755, que provocó un tsunami con consecuencias catastróficas.

Francisco Manuel Alonso, profesor de Geología de la Universidad de Huelva, explica que, aunque no existen registros instrumentales de la época, los documentos históricos permiten reconstruir la magnitud de la tragedia. "En la desembocadura del río Guadiana, la altura de la ola que se produjo en relación con aquel tsunami alcanzó los 13 metros", detalla el experto.

El conocimiento de este precedente es clave, ya que, según Alonso,  sabemos que eso va a volver a pasar y, por tanto, tenemos que defendernos". La ola de 1755 no fue un golpe de mar convencional, sino una sucesión de hasta cinco grandes masas de agua que penetraron kilómetros tierra adentro, un fenómeno que hoy la ciencia puede explicar pero que en su momento debió parecer apocalíptico. El riesgo sísmico en el Golfo de Cádiz no ha aumentado ni disminuido, simplemente es una realidad geológica con la que hay que aprender a convivir.

No tenemos que afrontar desde el miedo, sino desde la preparación"

Francisco Manuel Alonso

Profesor de Geología de la Universidad de Huelva

El choque de placas, epicentro del peligro

La razón de esta actividad sísmica persistente se encuentra al sureste del Cabo de San Vicente, en la zona de fractura que separa dos gigantescas placas litosféricas: la placa euroasiática al norte y la placa africana al sur. Este límite es un sistema complejo de fallas donde casi a diario se producen terremotos, la mayoría de baja magnitud e imperceptibles para la población. Sin embargo, la historia demuestra que tienen el potencial de generar sismos de gran intensidad.

Además, gran parte de la costa onubense y gaditana se asienta sobre sedimentos blandos, lo que provoca un fenómeno conocido como efecto sitio: las ondas sísmicas se amplifican, magnificando la sacudida en la superficie. El profesor Alonso recuerda que recientemente se registró un seísmo de magnitud 5 al oeste del cabo de San Vicente, un valor "bastante respetable" que, afortunadamente, no fue percibido por la población pero que sirve como recordatorio constante de la dinámica terrestre de la zona.

Tecnología para ganar segundos vitales

Aunque la ciencia actual no permite predecir cuándo ocurrirá el próximo gran terremoto, sí ha desarrollado herramientas para mitigar sus efectos. Como señala el profesor Alonso, "no podemos competir contra la naturaleza", pero sí podemos prepararnos. Los sistemas de alerta temprana como eS-Alert son un ejemplo. Sensores sísmicos ubicados cerca de las fallas pueden detectar un terremoto en el instante en que se produce y enviar un aviso que, aunque llegue con solo unos segundos de antelación, puede ser vital.

No podemos competir contra la naturaleza"

Francisco Manuel Alonso

Profesor de Geología de la Universidad de Huelva

Esos segundos son suficientes para que los ciudadanos puedan realizar acciones de autoprotección, como meterse debajo de una mesa. Paralelamente, la investigación no cesa. Alonso menciona proyectos como el que estudia la vulnerabilidad sísmica de los edificios construidos antes de 1975, año en que entró en vigor una normativa sismorresistente más exigente.

En ciudades como Cádiz, donde la evacuación horizontal es limitada, se contempla la evacuación vertical, utilizando los pisos altos de los edificios más robustos como refugio, una estrategia que exige una ciudadanía preparada y consciente del riesgo.

Este contenido ha sido creado por el equipo editorial con la asistencia de herramientas de IA.