Miguel Ángel Martínez, catedrático: "No deberías dejar que tu hijo use el móvil en estas dos habitaciones en casa"

Para el profesor de la Universidad de Navarra, "usan el móvil 11 horas al día, tienen clases, comen… y no duermen"

Un niño usa el teléfono para jugar o aprender mientras se queda en casa
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Poniendo las Calles

Carlos Moreno 'El Pulpo' charla con Miguel Ángel Martínez González, catedrático de salud pública en la Universidad de Navarra saobre las pantallas y los menores

José Manuel Nieto

Publicado el

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El uso del teléfono móvil en menores ha dejado de ser una cuestión tecnológica para convertirse en un serio problema de salud pública. Lo advierte con contundencia el doctor Miguel Ángel Martínez González, catedrático en la Universidad de Navarra y profesor visitante en Harvard, que ha publicado el libro Doce soluciones para superar los retos de las pantallas. En una entrevista con Carlos Moreno 'El Pulpo' en el programa Poniendo las Calles de la Cadena COPE, ha lanzado un mensaje claro: hay dos lugares en los que nunca deberíamos permitir que nuestros hijos utilicen el móvil.

“El dormitorio y el baño son los dos sitios más peligrosos para el uso del teléfono móvil”, afirmó el profesor, quien explicó que en esas estancias los adolescentes suelen caer en el llamado never-ending scrolling, o lo que es lo mismo, “pasar y pasar pantallas durante la noche”. Eso provoca que “no duerman”, y ese déficit de sueño está afectando a su rendimiento escolar y su salud mental.

“Están en un mundo virtual, no en el real”

Martínez González fue rotundo al analizar la situación actual: “Estamos ante una epidemia de problemas de salud mental sin precedentes”. Según el experto, la irrupción del primer smartphone en 2007 marcó un antes y un después en el bienestar emocional de los jóvenes. Desde entonces, “la plasticidad cerebral de nuestros hijos está siendo moldeada por contenidos que jamás permitiríamos que les llegaran en otros formatos”.

Adicciones digitales

Adicciones digitales

En esa línea, el catedrático defendió que la educación digital no debe empezar por los hijos, sino por los padres. “La primera solución que planteo en el libro es que los padres den buen ejemplo. No se trata de ser perfectos, sino de esforzarse. Si los niños ven que sus padres también luchan por no depender del móvil, es más fácil que sigan el camino correcto”, explicó. Esa coherencia entre el discurso y el ejemplo es lo que el profesor denomina “autoritas”, muy distinta del mero poder o imposición.

El catedrático también denunció la pasividad de los gobiernos ante este fenómeno. “Las redes sociales no piden edad mínima y el acceso a la pornografía es gratuito y sin control. Propongo que todos los contenidos pornográficos sean de pago y estén bajo el dominio ‘.xxx’. Es inaceptable que los adolescentes se estén educando sexualmente a través de estas plataformas”, afirmó.

Este fenómeno no es una mera suposición. Como recuerda Martínez González, hay más de 500 estudios científicos que vinculan el uso precoz de smartphones con trastornos como depresión, ansiedad o insomnio. En cambio, no existe ni un solo estudio que demuestre que retrasar el uso del móvil tenga efectos negativos en el desarrollo emocional de un niño.

La solución: límites claros y desconexión digital

Más allá del diagnóstico, el catedrático planteó soluciones prácticas que muchas familias ya están empezando a aplicar. Entre ellas, prohibir el móvil en el baño y el dormitorio, establecer horarios de uso, y practicar la “desintoxicación digital” de forma periódica. “En Silicon Valley se ha puesto de moda el dopamine fasting. Es decir, pasar fines de semana sin móvil, desconectar de redes y reconectar con la realidad”, explicó.

Además, recordó que el uso excesivo del teléfono móvil interrumpe la capacidad de atención, clave para el aprendizaje y el desarrollo creativo. “Los jóvenes españoles pierden 24 días al año mirando pantallas sin sentido. Es tiempo que podrían dedicar a aprender un idioma, tocar un instrumento o leer un buen libro”, subrayó, haciendo referencia a estudios recientes que confirman esta pérdida de tiempo.

El verano, además, representa un riesgo adicional. “Hay más tiempo libre y eso lleva a caer aún más en el entretenimiento superficial y a dejar de lado actividades enriquecedoras”, advirtió el experto. De ahí que recomiende a las familias establecer “un toque de queda digital”, una franja horaria en la que toda la casa —padres incluidos— se desconecte de los dispositivos.

En última instancia, el mensaje de Miguel Ángel Martínez González es claro: “Los móviles no son un juguete inofensivo. Son herramientas poderosas que, sin control, pueden hacer mucho daño”. Y por eso insiste en que la decisión de cuándo dar un móvil debe estar muy meditada: “Los padres listos dan teléfonos tontos, y a partir de los 16 años”.

Visto en ABC

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