Fito viaja con su gata y perro durante tres años por Europa y el único problema lo tuvo en España: "Pillé un BlaBlaCar"
Camperizó una ambulancia y se fue por el mundo, encontró a Zarpas en una gasolinera y a Chuchi en las montañas de Montenegro, con quienes decidió seguir sus aventuras

Bea Calderón habla con Fito Morales sobre por qué se lleva siempre a sus mascotas de viaje en el temazo del día
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Fito Morales decidió hace tres años dar un giro radical a su vida. Ingeniero mecánico de formación, con un máster en Florida y un trabajo asegurado, un golpe personal cambió sus prioridades para siempre. “Mi padre falleció, y para mí fue un batacazo de la leche… Dije: hay que vivir, no puedo estar esperando al día que acabe la carrera, al día que haya comprado un piso”, recuerda. Así, dejó todo atrás y compró una ambulancia en Gijón que camperizó con medios precarios pero mucha ilusión. En apenas un mes, aquella ambulancia estaba lista para recorrer el mundo.
Este vehículo no es una furgoneta cualquiera. “Ya tenía muchas cosas para poder vivir dentro de ella”, explica Fito, que comenzó su aventura viajando por España. Poco a poco, el mapa se fue ampliando: recorrió toda Europa de cabo a rabo, atravesó Oriente Medio –pasando por Irán, Arabia Saudí, Turquía o Georgia– y también exploró Marruecos. Su modo de vida se mezcla con la naturaleza, disfrutando de las montañas, y con un estilo de viaje muy libre, sin planificación cerrada, donde la ambulancia se convierte en “el hotel para esa noche”.
Zarpas y Chuchi
Pero lo que hace esta historia aún más singular es que Fito no viaja solo. Su compañía inseparable son Zarpas, una gata que encontró abandonada en una gasolinera, y Chuchi, un perro que apareció en las montañas nevadas de Montenegro, justo cuando ya viajaban juntos. La relación entre ellos empezó con una escena para recordar: “El perro atacó a mi gata, que tuvo que subirse a un árbol y tuve que escalar para bajarla. Fue un espectáculo puro.” Pero con paciencia y cariño, el trío se ha convertido en inseparable, viajando con total libertad por los paisajes que atraviesan. “A mi gata la llamo como si fuera un perro, va suelta por el monte y me sigue,” dice Fito.

Fito Morales y Chuchi
Esta convivencia con mascotas sobre ruedas implica también ciertos trámites, aunque Fito relativiza el problema: “Solo en Israel tuve problemas con los papeles, pero en España nunca me miraron nada.” Su experiencia choca con la percepción común sobre las dificultades para viajar con animales en transporte público. De hecho, el único contratiempo serio que tuvo en estos tres años fue en España, cuando “tuve que pillar un BlaBlaCar porque no había manera de continuar el viaje en autobús o tren con ellos.” Una situación que le llevó a cuestionar la supuesta apertura del país hacia los animales en el transporte público.
Animales y viajes
La experiencia de Fito pone sobre la mesa realidades poco conocidas sobre viajar con animales. En países con economías más desfavorecidas, explica, los animales son vistos más como herramientas que como seres con sentimientos. En Oriente Medio, donde estuvo recorriendo diversas regiones, encontró una visión cultural particular: “Los musulmanes tienen la creencia de que el perro es un animal sucio, aunque la gente joven ya está cambiando esa mentalidad.” A pesar de ello, recalca que nunca sufrió maltrato y que, por el contrario, la acogida fue “increíblemente buena, con gente que incluso nos daba comida para ellos.”
Este viaje con Zarpas y Chuchi también supone un ejercicio constante de responsabilidad y adaptación. “Viajar con animales es responsabilidad tuya, tienes que cuidarlos,” asegura. En su día a día, cuando entra a lugares donde no pueden acompañarle, les deja en la ambulancia, que adapta para su confort con ventilación y sombra, y les permite disfrutar de la naturaleza donde siempre buscan “buenas vistas” para acampar.

Zarpas, la gata de Fito Morales
Pese a las dificultades y a las críticas que recibe por dejar a su gata moverse libremente en la naturaleza, Fito defiende que la libertad es un valor fundamental: “Para mí, no dar esa libertad a mi gato sería egoísta. Yo me he sentido atado gran parte de mi vida, y para mí la libertad vale muchísimo.”
La historia de Fito y sus compañeros es un ejemplo inspirador de cómo se puede romper con los moldes tradicionales y llevar una vida nómada, con los animales como auténticos protagonistas. Su experiencia también invita a reflexionar sobre la necesidad de políticas más inclusivas para el transporte de mascotas en España y en Europa.