En los últimos años hay una tendencia preocupante que, con las previsiones que tenemos para los próximos meses, todo hace indicar que va a ir a peor: te hablo de las personas que no tienen un hogar donde dormir. son un 24,5% más que hace diez años.

Para que te hagas una idea de cuáles son las cifras actuales, Cáritas Española atendió el año pasado a más de 37.000 personas en esta situación. Un dato que no se refiere solo a las personas que duermen en la calle, sino también a aquellos que duermen en albergues o pisos temporales. Este problema, no tener un hogar, repercute en la salud mental de los que lo sufren y que supone para ellas un riesgo de exclusión social.

Sonia es una de estas personas. Ella es venezolana, tiene 57 años y llegó a nuestro país en 2019 para hacer su doctorado en psicología. En ese momento su situación era privilegiada. En Venezuela tenía trabajo como terepeuta y, cuando vino a España, lo hizo con una beca y unos ahorros que le permitieron alquilar un piso en el Barrio de Salamanca, una de las zonas más adineradas de Madrid.

Sin embargo, con la llegada del confinamiento todo cambió. "Fue traumático dado lo desconcertande lo que he vivido desde que me vine a vivir a España a estudiar", le ha contado Sonia a Pilar García Muñiz en Mediodía COPE.

Su universidad interrumpió las clases, ella no pudo seguir con el doctorado y además se quedó sin el trabajo a media jornada con el que ganaba algo de dinero.

Su permiso de residencia como estudiante le impedía encontrar un empleo a tiempo completo y, para colmo de males, no podía volver a su país porque el espacio aéreo estaba cerrado.

Se encontraba sola y su salud mental se resintió automáticamente. Un día, en mitad del confinamiento, se quedó tirada en un banco durante horas hasta un vecino decidió llamar a la policía.