Después de toda una travesía en el mar a bordo de cayucos o pateras, jugándose la vida, puede parecer que cuando los migrantes acaban llegando a la Península es el final del camino, pero lo cierto es que se trata de una etapa más y llena de complicaciones hasta poder regularizar su situación en el país.

Como sabes, este lunes COPE está ofreciendo una programación especial, "El drama de llegar a Europa",desde los puntos clave de las rutas de la migración. Carlos Herrera, Alberto Herrera, Pilar García Muñiz, Fernando de Haro, Pilar Cisneros y Ángel Expósito están contando y explicando junto a los protagonistas de esta realidad lo que está ocurriendo desde Canarias, Senegal, Túnez, Lampedusa o la península. Todo, con el objetivo de poner nombres y apellidos al drama que supone llegar al continente europeo con lo justo. En Mediodía COPE nos vamos a fijar en este proceso hasta conseguir los papeles siguiendo la pista de dos historias muy diferentes.

Nyogu tiene 22 años y es de Senegal. Lleva apenas dos meses en España y tiene aún muy reciente el que ha sido el peor viaje de su vida. "Ha sido muy dificil, había mucha gente en el barco, a veces había conflictos por la dureza del viaje", narra el joven, que apunta que por la noche incluso algunso sufrían alucinaciones.

Habla en francés porque la primera barrera que tiene que superar es el idioma. Ahora recibe clases intensivas de español en SERCADE, una ONG franciscana que trata de orientar a centenares de inmigrantes. Pero, mientras tanto, la odisea de conseguir papeles cuando ni siquiera sabes el idioma se le complica a este joven senegalés.

El limbo burocrático: no han sido expulsados pero tampoco tienen papeles

Nyogu está perdido y desconoce la burocracia. En España, la ley contempla varias formas de legalizar la estancia y la más directa es la petición de asilo. La mayoría de los migrantes suele solicitarlo nada más llegar, pero en muchos casos la petición queda rechazada. En 2022, solo el 16% de esas peticiones siguieron adelante, por ejemplo.

Si quedas fuera del asilo el primer destino es el Centro de Internamiento de Extranjeros, los famosos CIE, para ser identificados. El tiempo máximo de esta estancia es de 60 días, pero estos CIES están saturados y no da tiempo a la identificación antes de que se cumpla ese plazo. La mayoría de estas personas acaban en la calle en un limbo, y es que no han sido expulsados de España pero tampoco tienen papeles. Esto crea muchas dificultades para encontrar un trabajo o algo tan básico como conseguir una vivienda.

En tan sólo dos meses Nyogu ha pasado por varios albergues donde la estancia no es permanente. Ahora está al borde de quedarse en la calle. "Estoy en un centro de acogida del Ayuntamiento, pero dentro de dos meses no puedo estar ahí, y no sé qué voy a hacer, no lo tengo claro", explica el joven de Senegal, que comenta que le gustaría formarse en electromecánica, pero lo ve complicado en esta situación.

Seibu ha pasado también por ese limbo burocrático. Ahora cuenta su historia vestido impecable, con un pantalón chino, una camisa perfectamente planchada y una mochila negra donde lleva sus libros. Por eso cuesta imaginarse como fue su tremendo periplo. Llegó a España en el segundo intento huyendo de la guerra en Malí y antes de llegar a Fuerteventura vio morir a varios compañeros de viaje. Pasó por Las Palmas, Málaga, Francia y Alemania, que iba a ser en principio su destino final.

• Left6:No existe configuración de publicidad para el slot solicitado

"Me fui allí porque tenía muchas ganas de estudiar alemán, fui para pedir asilo, pero los inmigrantes deben pedirlo en el lugar al que llegan", indica Seibu, razón por la que volvió. De nuevo en España, Seibu siguió reclamando el asilo. Lo curioso es que ha tardado menos en tramitar los papeles en sí que en pedir la cita. Solo conseguir que te atiendan puede llevar entre 6 y 8 meses según CEAR (la Comisión Española de Ayuda al refugiado). "Me costó muchísimo conseguir una cita, casi todos los policías que hay en la oficina de Asilo me conocen", dice con cierta broma el joven de Malí.

A diferencia de Nyogu, Seibu sí que ha conseguido esos papeles que le han abierto la puerta a un piso compartido y a empezar a estudiar una FP de Electricidad. Tiene muy claro su objetivo: montar una empresa de electricidad en su país y no deja que nada le quite esa esperanza. "Mi padre siempre me decía de pequeño que todo es posible, depende de ti". Todo es posible y quizás Seibu sea la prueba de ello, pero hace falta mucho valor y mucha esperanza para intentarlo.