Desde entonces las primeras medidas, los negocios han tenido que ponerle un límite a sus termostatos (no inferior a los 27º de media y apagar por completo los escaparates de sus locales, a partir de ciertas horas de la noche.

A lo largo de estos días, ha habido opiniones y reacciones de todo tipo. Además, sigue generando cierta polémica entre los clientes e incluso entre los propios empresarios. Pero lo cierto es que, más allá de la controversia que haya causado en toda la población, las medidas se están llevando a cabo; se están aplicando.

Para poder cumplir con las medidas de este plan energético, los comercios están prácticamente obligados a tener puertas de cierre automático ¿Y qué tiene que ver esto con el ahorro energético? Pues que de esta manera se impide que el calor entre y salga con total libertad del local.

El problema que venimos escuchando a lo largo de estos días es que, tanto los fabricantes de este tipo de puertas como los que tienen que instalarlas, son conscientes de que esto va a suponer un coste bastante elevado, especialmente para los que tienen que hacer obras. Alejandro Trigo es el dueño de una empresa de puertas automáticas y en Mediodía COPE ha asegurado que “el coste de la instalación será de mil euros en condiciones normales, pero puede ascender mucho más si es necesaria una obra”. Y es que son más que necesarias porque “el tiempo de cierre es mucho menor y deja escapar menos calor o frío”, según Alejandro.

Y es que, después de dos semanas con estas medidas, y sabiendo que justo hoy se aprobará el decreto, los que más lo están sufriendo son los empresarios que tienen que regular la temperatura y a su vez, generar el mejor ambiente posible para los clientes.

Uno de los sectores que más lo sufre también es el de la hostelería. Imagínate llegar a comer a un restaurante en pleno agosto, buscando sentarte en una mesa al fresquito, y darte directamente de bruces con la realidad. Con una temperatura que no se diferencia mucho de la que hay en la calle. Pepe Ruíz es el dueño del Restaurante El Timón de Roche, en Cádiz. A pesar de que “las temperaturas no son especialmente calurosas por el viento”, como nos comentaba en COPE, sí que es cierto que “poner el aire a 27 grados acaba generando una temperatura mucho mayor, de unos 30 grados cuando el restaurante empieza a llenarse de gente”.