• Martes, 23 de abril 2024
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Un límite al poder del mal

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José Luis Restán
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Director Editorial COPE

Tiempo de lectura: 1'Actualizado 15:26

La fiesta de Cristo Rey ha coincidido con la beatificación de un sacerdote polaco, Jan Macha, guillotinado por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Durante la ceremonia, el prefecto de las Causas de los Santos, cardenal Semeraro, ha dicho que fue asesinado “por un sistema lleno de odio hacia los que siembran el bien”. En el Reino de Cristo la ley suprema es la caridad, y no hay nada que irrite tanto a los poderes del mal como esa caridad en obra. Jan Macha no era un activista político ni un guerrillero. Desde que fue ordenado sacerdote, coincidiendo con la invasión alemana de Polonia, se dedicó a ayudar a todas las familias de Katowice a través de una red clandestina: allí donde alguien era arrestado o fusilado, llevaba consuelo y apoyo material, sin prestar atención a las diferencias de nacionalidad, religión o nivel social. Su ayuda alcanzó también a algunos alemanes.

Contemplando la vida y la muerte de este joven sacerdote, sacrificado en la flor de su juventud, recordamos las palabras de Jesús ante Pilato: “mi Reino no es de este mundo”. Pero eso no significa que ese Reino sea algo etéreo, sin incidencia en la historia, sino que su raíz está en Dios y su ley suprema es el amor. Con su siembra del bien, el padre Jan impuso un límite al poder maligno del nazismo. Su memoria nos recuerda que el domino de los poderes del mundo, por terrible que sea, pasa; mientras que el Reino de Cristo, con su misteriosa resistencia, perdura. Aunque nos aflige el modo en que su vida inocente fue tronchada “como un árbol, a temprana edad”, con su entrega nos recuerda en qué consiste la verdadera humanidad y Quién puede sostenerla.

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