El anuncio cristiano del cuerpo

En una magnífica “Tercera” de ABC, el obispo de Trondheim, Erik Varden, ha explicado en el Domingo de Pascua que el cuerpo “es pieza clave del anuncio cristiano”. Los cristianos creemos en un Dios que asumió la carne humana, no para vivir en ella como un inquilino, sino para renovar nuestra naturaleza física desde el interior. Nuestro cuerpo no es algo accidental sino vital para la realización de la potencialidad que Dios nos ha dado.

Como muestra el Evangelio, el Dios que era «en el principio», fue concebido en el cuerpo de una mujer, gestándose de manera maravillosa como cualquier embrión humano. Creció, se hizo hombre, y se nos cuenta cómo con gran libertad tocaba y curaba los cuerpos que estaban desfigurados o que eran considerados impuros. Para que entendiéramos lo que su vida y su muerte habían realizado, nos dejó en forma de pan el sacramento de su propio cuerpo. En su propio cuerpo, Cristo cargó todo lo que en nuestra naturaleza está descompuesto. Y en su cuerpo resucitado y glorioso reveló la derrota de la muerte. Para los cristianos, la fe en la resurrección es concreta. Es verdad, reconoce el obispo Varden, que “no podemos imaginar cómo serán nuestros cuerpos en la eternidad… pero sostenemos con la autoridad bíblica, apoyada en la tradición, que la unidad de espíritu, alma y cuerpo perdura para siempre, y que en la eternidad continuaremos siendo reconocibles como quienes somos hoy día”.

Concluye este hermoso artículo diciendo que “la buena noticia sobre el significado del cuerpo y su alcance… fue confiada a doce hombres no muy brillantes humanamente hablando”, que acababan de sufrir el shock de la condena y ejecución de su Maestro. Pero a través de su insólita mediación, el mensaje de la encarnación, muerte y resurrección de Cristo “renovó una civilización en declive y revitalizó el cuerpo político. Restauró la esperanza, habilitó un porvenir”. Y eso, podría suceder de nuevo.