Síntesis encarnada del Evangelio

Escucha la Firma de José Luis Restán del 24 de octubre

Imagen del Sagrado Corazón de Jesús de la Catedral de Trnava
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Escucha la Firma de José Luis Restán del jueves 24 de octubre

José Luis Restán

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En su nueva encíclica “Dilexit nos”, el Papa Francisco pide a Dios “que vuelva a tener compasión de esta tierra herida…para que el mundo, sobreviviendo entre guerras, desequilibrios socioeconómicos, consumismo y uso antihumano de la tecnología, recupere lo más importante y necesario: el corazón”. Pero ¿a qué se refiere el Papa, haciéndose eco de toda la Tradición cristiana, al hablar del “corazón”? La Biblia se refiere al corazón como un núcleo que está detrás de todas las apariencias, el centro de nuestra humanidad, donde radican las preguntas decisivas de la vida, los deseos más profundos de verdad, justicia, belleza y felicidad. En el corazón se unen razón y afectividad. Francisco cita a san Ignacio de Loyola cuando decía que “aceptar la amistad del Señor es cosa del corazón”, y a san John Henry Newman, para quien “el Señor nos salva hablándonos al corazón desde su Sagrado Corazón”.

El Papa aclara que la devoción al Corazón de Cristo “no es la adoración de un órgano separado de la Persona de Jesús”, porque adoramos “a Jesucristo entero, el Hijo de Dios hecho hombre, representado en una imagen suya en la que destaca su corazón”. La imagen del corazón de carne, subraya Francisco, nos ayuda a comprender que el amor de Corazón de Jesucristo, no sólo incluye la caridad divina, sino que se extiende a los sentimientos del afecto humano. Y recuerda a Benedicto XVI, cuando explicaba que el Corazón de Cristo contiene un “triple amor”: el amor sensible de su corazón físico y su doble amor espiritual, el humano y el divino. Por todo ello, subraya Francisco, “el Sagrado Corazón es una síntesis encarnada del Evangelio” a la que necesitamos volver en un tiempo en que tenemos la tentación de centrarnos en actividades externas, en reformas estructurales desprovistas de Evangelio y en proyectos mundanos. Insiste el Papa en que este amor nos lleva a los hermanos, nos mueve a curar sus heridas y a saciar su sed, y a edificar una verdadera civilización sobre las ruinas del sinsentido y de la violencia.

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