Los creyentes no seguimos al flautista de Hamelin
Escucha la Firma de José Luis Restán del martes 1 de julio

Escucha la Firma de José Luis Restán del martes 1 de julio
Publicado el
2 min lectura
En nuestra sociedad post ilustrada se ha extendido la absurda imagen de que la fe es alternativa a la razón. Ayer mismo leí un artículo que sostenía sin rubor que el creyente es uno que prefiere aceptar lo que le dice otra inteligencia, supuestamente superior, a fiarse de lo que él mismo puede entender con su razón. No niego que haya creyentes así, lo que digo es que el cristianismo no tiene nada que ver con eso. Uno piensa en Agustín, en Newman, en Tomás de Aquino o en Teresa de Jesús, y no ve personas dispuestas a seguir al flautista de Hamelin, sino a hombres y mujeres que han puesto en juego toda su humanidad: razón, afecto y libertad.
Es un hecho que nuestra razón no puede descifrar todo lo que sucede, es como un ángulo abierto al infinito, es una exigencia total de significado que no se contenta con respuestas parciales. La Tradición cristiana siempre ha amado la razón, al tiempo que era consciente de sus límites, por eso conectó inmediatamente con la filosofía griega. Y es curioso que la exaltación de la “diosa razón”, a la que algunos ilustrados llegaron a consagrar un altar, haya explotado en mil pedazos y dado paso a una época de curiosa irracionalidad, en la que parece que no alcanzar certeza sobre nada sería el culmen de la sabiduría. Con razón el gran cardenal Newman llegó a decir que llegaría un día en que la Iglesia tendría la honrosa tarea de “salvar la razón” frente a tantos chamanes como aparecen.
En el Evangelio, Jesús reprocha en más de una ocasión, a quienes dudaban de Él, estar embotados frente a las palabras que pronunciaba y los signos que hacía. Les invitaba a reconocer lo que tenían delante abriendo su razón. Es cierto que el cristiano acoge la manifestación de Uno que es más grande que todas nuestras medidas, pero no a costa de negar la propia razón sino, precisamente, ensanchándola. Como decía Don Luigi Giussani, “la fe florece, como una flor de gracia, en el límite extremo de la razón”.