Levantarte, asearte, desayunar, dejar pasar el tiempo hasta la comida, ver la tele, recoger la compra, hablar con alguien por whatsapp o por teléfono, cenar, ver alguna serie quizás y volverte a acostar. Así, día tras día. Así, durante más de 40 días. Todo sin salir de casa. Todo en soledad para los que viven solos o con la familia, día tras día. Sin ver caras nuevas. Como el día de la marmota.

Hay quien está aprendiendo a cocinar para que así se paren antes las horas, hay quien está descubriendo hobbies para salir de la rutina. Hay también quien se deja llevar. Sin más. Día tras día. Y no pensar así en que la ciudad en la que vives, la que fue foco de miradas de todo el mundo, la que se buscó en Internet para saber exactamente dónde se había originado el coronavirus, sigue sin volver a la normalidad porque la cuarentena no tiene fecha de caducidad.

Esta cuarentena, la de Wuham (una ciudad de 11 millones de habitantes), parece que está teniendo sus resultados sanitarios. Este fin de semana, por primera vez, la provincia de Hubei no informó de nuevas infecciones fuera de la capital. Allí los casos también empiezan a remitir.

Pero ¿a qué precio para la salud mental de los habitantes de Wuham? Porque la ansiedad, la culpa, la frustración, la confusión, incluso estrés postraumático son algunos de los efectos psicológicos que los habitantes de la ciudad en la que ya nadie se fija están sufriendo.

Hablamos con Pedro Morilla, es el director deportivo del equipo de fútbol Wuhan Xhangwen, llegó a España el pasado 31 de enero de la ciudad china junto a otros 20 españoles y nos cuenta además de su experiencia durante esa cuarentena, el contacto que mantiene con las ersonas de Wuham. Además hablamos con Javier Muñoz, psicólogo al que le preguntamos sobre las consecuencias o efectos que pueden causar este tipo de encierros.