Zenit es simpático, tranquilo y guapo. Tiene 6 años y un pelo suave, limpio y largo de color dorado. Es un rubio muy atractivo, de los que no deja a nadie indiferente. Le gusta comer, jugar con la pelota, sobre todo si es de color azul y siente pasión por los niños. Es un perro, un Golden Retriver que vive con Rocío, una joven que le mima, le cuida y le entrena, porque Zenit tiene un cometido importante en su feliz vida perruna: una vez por semana va a un edificio enorme en el que hay mucha gente y en el que en este momento viven sus pequeños amigos humanos. Unos niños conectados con cables a torres de luces de colores que son iguales a los niños que ve por la calle. Y Zenit sabe que nadie les quiere como él.

En La Tarde acompañamos a Zenit en un día normal de visita a la UCI pediátrica del Hospital 12 de octubre de Madrid. Allí, Zenit se encuentra con Marcos, tiene 3 años y ya le han operado 6 veces del corazón. Su madre María nunca se separa de su lado. Zenit es el primer perro que entra en una UCI pediátrica en España. Es un pionero y lo está haciendo muy bien. La Asociación Psicoanimal a la que pertenece Rocío colabora en este proyecto llamado "Huellas de Colores" que pretende humanizar el ambiente hospitalario y enriquecer la vida emocional de los enfermos y las familias.

Los médicos empiezan a comprobar los beneficios de esta terapia. El doctor Juan Ignacio Sánchez es el responsable de la UCI pediátrica: “Es una experiencia bonita y maravillosa, tanto a las personas que le gustan los animales como los que no. Los niños mejores claramente al menos el tiempo que está con el animal, más que en cuestiones físicas, lo que le mejora seguro es el miedo, los nervios o el dolor”.

“Huellas de colores” es una iniciativa conjunta del Hospital 12 de octubre, la Asociación psicoanimal y la Cátedra de Animales y sociedad, de reciente creación de la Universidad Rey Juan Carlos, Nuria Máximo es su directora: “El proyecto surge con una base científica de proyectos que han tenido lugar en otros países. Estamos hablando de niños de 3 a 18 años, lo importante es que les hace volver a querer jugar, les humaniza”.