La Foto: "El vecino ha entrado en la catedral y ha buscado descanso en el pecho del icono"
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La Foto: "El vecino ha entrado en la catedral y ha buscado descanso en el pecho del icono"
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La foto que hoy me ha llamado la atención la han tomado en la catedral ortodoxa de Kiev. Es una foto que huele a incienso, a cera de velas. Es una foto en la que suena el murmullo de oraciones calladas, de cantos en tonos bajos con notas que vienen de la estepa. La iglesia no está del todo a oscuras. Un vecino de la capital ucraniana se ha detenido delante de un gran icono. El icono está enmarcado en oros, flanqueado por dos columnas doradas. A sus pies una ramo de flores blancas y algunas candelas encendidas. El vecino, bien abrigado se arrima al pecho del icono, parece que su cabeza descansa en el regazo de la imagen. Es como un niño. El vecino de Kiev come solo una vez al día porque el mercado está desabastecido, bebe agua que recoge en una fuente porque los bombardeos han roto las tuberías, se esconde en un sótano para que no le alcance la metralla, llora de noche recordando a sus amigos, nunca los ha querido tanto como ahora que los ha perdido. Es como un niño. Camina huérfano por las calles de una ciudad que no reconoce, mira las farolas, el colmado del barrio, el viejo teatro, la gran escuela donde aprendió a leer. Al posar sus ojos sobre los sitios que llevan el nombre de su vida, todos parecen esfumarse. No consigue aferrarlos, todo se disuelve. Inquieto se vuelve porque tiene la sensación de que deja la nada a sus espaldas. Es como un niño. Se siente culpable. Se reprocha durante horas su falta de voluntad, su falta de inteligencia. Trata de hablar con las señales y con el guardia que ordena el tráfico. Escuchan sus palabras pero nadie le oye. Se siente estúpido, solo, cansado. El vecino no se acuerda de cómo se rezaba, pero ha entrado en la catedral y ha buscado descanso en el pecho del icono.