La foto de Fernando de Haro: "Las tres figuras, de gran bulto, se han dado un baño de un mármol..."

Foto de un rincón del mundo en el que ha nevado mucho : la nieve, silenciosa, sigue cayendo. Un cielo entre blanco y gris desteje sin hacer ruido trapos ligeros de sal y nardo. Los arboles apelotonados y delgados de un bosquecillo no consiguen retener los restos del nevazo que se esconden entre los troncos. Un vecino con las orejas tapadas trabaja en una gran escultura de hielo sucio. Primero ha formado una pequeña montaña y después ha cincelado con una sierra tres grandes soldados gigantes, con la altura de tres hombres y la anchura de un elefante. Los soldados de nieve visten grandes abrigos secos y se ciñen con las cartucheras reglamentarias del ejército otomano. Los tres se cubren la cabeza con un verdugo, a los tres les ha florecido un gran mostacho bajo las narices. El primero mira al frente, el segundo mira a Levante y el tercero levanta la vista para dejársela enganchada en un horizonte lejano. Las tres figuras, de gran bulto, se han dado un baño de un mármol que quedará en nada tan pronto como salga el sol, salga para no esconderse. Las tres figuras, bien compuestas, solemnes, son pasajeras como un suspiro veloz, como un merengue, como un destello de una luz de ambulancia sin sonido. Los tres soldados son convidados de nieve que recuerdan la batalla que perdieron, la batalla contra el tiempo en la que fueron derrotados. Desde aquella vieja ruina los convidados de hielo reaparecen todos los inviernos para reclutar suspiros y destellos efímeros.