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El uso del móvil cada vez está más y más presente en la actualidad y en 'La Tarde' analizan el por qué de estas causas, en concreto entre los más jóvenes
Madrid - Publicado el
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En una época en la que la pantalla del móvil se ha convertido en una extensión del cuerpo humano, surge una propuesta que parece ir a contracorriente: un teléfono diseñado para usar menos el teléfono.
La idea, tan paradójica como revolucionaria, apunta a un cambio de paradigma en la relación que las personas mantienen con la tecnología. Se trata de un dispositivo que prescinde de todo lo que normalmente atrapa: redes sociales, videojuegos, notificaciones constantes y aplicaciones diseñadas para no dejar de deslizar el dedo.
El llamado “móvil pensado” busca rescatar el tiempo que el usuario pierde sin darse cuenta. A diferencia de los smartphones tradicionales, este dispositivo ofrece solo las funciones esenciales: llamadas, mensajes, mapas, cámara básica y acceso limitado a internet.
Jóvenes con móviles
No hay aplicaciones de entretenimiento ni algoritmos que predigan los gustos del usuario. En otras palabras, es un teléfono que no compite por la atención, sino que la libera.
El experimento de la desconexión
El concepto detrás de este móvil no se basa solo en la restricción tecnológica, sino en una filosofía de diseño minimalista que promueve el bienestar digital. La interfaz es sobria, sin colores brillantes ni iconos animados.
La ausencia de notificaciones emergentes se siente, al principio, como un silencio incómodo. Sin embargo, ese silencio pronto se transforma en tranquilidad.
Algunos usuarios que han probado dispositivos con este enfoque describen la experiencia como un regreso a lo esencial.
Dicen que el día parece más largo, que las conversaciones se vuelven más profundas y que la ansiedad de “estar siempre conectado” disminuye. En un mundo donde el tiempo de pantalla promedio supera las cuatro horas diarias, esta propuesta pretende ser una pausa consciente.
La paradoja del control
Paradójicamente, este tipo de teléfono no promete desconexión total, sino control. No se trata de rechazar la tecnología, sino de usarla con intención.
La adicción digital, alimentada por la dopamina que generan los “me gusta” y las notificaciones, ha sido comparada con otras dependencias psicológicas. Este móvil propone un tratamiento preventivo: eliminar el estímulo que desencadena la compulsión.
La pregunta que surge es si un dispositivo así puede tener éxito comercial en un mercado dominado por la inmediatez y la gratificación instantánea.
Mientras los grandes fabricantes compiten por pantallas más grandes, cámaras más potentes y aplicaciones más inteligentes, este teléfono opta por la simplicidad. Su atractivo, por tanto, no está en lo que ofrece, sino en lo que quita.
Hay que mirar más el mundo que nos rodea
El efecto más notable de este cambio de hábito, según quienes lo practican, es la recuperación de la atención. Sin la tentación de abrir una red social cada pocos minutos, el usuario vuelve a mirar a su alrededor.
Observa el paisaje en el transporte público, conversa sin distracciones en una comida y experimenta el aburrimiento como un espacio fértil para la creatividad.
La desconexión tecnológica no implica aislamiento, sino una conexión más real con lo inmediato. Este tipo de móvil propone una vida digital más liviana, en la que el teléfono cumple su función práctica sin convertirse en el centro de la existencia.