"El confinamiento de las gallinas no lo vamos a notar en las calles, pero sí en el supermercado. Menos gallinas al aire libre, menos huevos disponibles, precios más altos y otro golpe más a la cesta de la compra"

La comunicadora de 'La Tarde' analiza el problema con las gallinas ponedoras que, aunque no afectará a nuestra salud, sí afecta y mucho a nuestro bolsillo

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Hoy vuelve el confinamiento a España, pero no de personas, sino de gallinas ponedoras. Sí, esas gallinas que nos dan los 143 huevos que de media consume cada española al año. Nueve kilos de proteína asequible, versátil y omnipresente en nuestra dieta. Porque el huevo está en el desayuno, está también en la tortilla, en la repostería, en las salsas, está en prácticamente casi todo. Y a diferencia de otros alimentos, cuando sube su precio, el consumo apenas baja. Es una proteína básica, mucho más barata que la carne o el pescado. Por eso, lo que está ocurriendo ahora tiene una consecuencia directa en el bolsillo de todos.

Desde hoy, desde este lunes, en más de 100 municipios de España, principalmente cerca de humedales, ríos o pantanos, las gallinas camperas pasarán a estar confinadas bajo techo. Solo podrán seguir al aire libre aquellas explotaciones que puedan enrejar completamente su espacio para impedir la entrada de aves silvestres.

La culpa la tiene la Gripe Aviar, que ya ha obligado a sacrificar más de 2 millones y medio de gallinas en los últimos meses. Aunque los brotes más recientes no han sido especialmente graves, el riesgo de contagio sigue presente, sobre todo por la llegada de aves migratorias infectadas que pueden entrar en contacto con las ponedoras. Así que como medida de prevención, como medida preventiva, se decreta el confinamiento masivo.

Pero claro, cada gallina encerrada, cada corral desinfectado y cada sacrificio tiene un coste. La producción se resiente y eso se traduce en menos huevos en el mercado y en precios más altos. De hecho, este año está siendo un año negro para el huevo. Desde el pasado mes de febrero, su precio ha subido un 50%. La docena de tamaño M, la más común, ha pasado de costar 2,14 € en ese mes de febrero a 3,14 € en el pasado mes de octubre, 1 € más por docena en apenas unos meses.

Y no solamente por culpa de la gripe aviar. El sector ya venía sufriendo el encarecimiento del pienso y de la energía, además de la escasez de huevos en mercados internacionales como el de Estados Unidos, lo que ha tensionado todavía más la oferta global.

Mientras tanto, la carne de ave ha sufrido menos. Su producción suele realizarse en instalaciones cerradas con medidas de bioseguridad más estrictas. Pero incluso ahí ha habido sacrificio, sobre todo de pollo broiler, ese pollo de engorde tan común en la industria alimentaria.

La consecuencia inmediata es evidente: los huevos van a seguir caros y la presión se va a notar en los hogares. Porque cuando sube el precio del huevo, no solamente sube el precio de la tortilla, sube el de la bollería, el de las mayonesas, el de los rebozados, todo lo que depende del huevo como ingrediente. Es un efecto dominó que golpea al consumidor final.

Eso sí, no estamos ante una emergencia sanitaria humana. La gripe aviar apenas se transmite al ser humano y tampoco si comemos huevos o aves. Para la población, el riesgo es mínimo. El problema es sobre todo económico y productivo.

En resumen, el confinamiento de las gallinas no lo vamos a notar en las calles, pero sí en el supermercado. Menos gallinas al aire libre, menos huevos disponibles, precios más altos y en definitiva, otro golpe más a la cesta de la compra.

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