Hay veces en las que en las esquinas del viento de la vida política te hacen soñar con que las cosas podrían ser normales. Será porque el pacto para nombrar a los vocales del CGPJ está cerca, pero el caso es que hoy en el Congreso hemos visto cosas que nos harían soñar con una vida política normal. El presidente del Gobierno ha acudido a rendir cuentas sobre el estado de alarma. Ricardo Rodríguez, nuestro jefe de Nacional en COPE, me ha recordado que en octubre Sánchez no estuvo en el debate en el que se le solicitó a la cámara la aprobación de un estado de alarma que durará hasta mayo. Hoy el presidente ha estado en el Congreso y ha reconocido errores. Por ejemplo el error de la desescalada del pasado verano.

Todavía tiene muchos errores por reconocer, pero ya habrá tiempo, cuando la legislatura se le ponga más cuesta arriba. Sánchez, también por fin, después de meses de que se lo pidiera el mundo de la empresa ha anunciado ayudas directas al turismo, la hostelería y el comercio.

Seguramente como ya han dicho los autónomos, las ayudas llegan tarde y son escasas. Ahora solo tienen que aumentarlas. Sánchez ha seguido siendo Sánchez, y ha mantenido la previsión de que estaremos vacunados el 70 por ciento en verano. Algo imposible al ritmo de vacunación al que vamos y con las vacunas que vamos a tener. Hoy hemos sabido que AstraZeneca entregará solo unas 90 millones de dosis en lugar de los 180 millones previstos entre abril y junio.

Tan desconocido ha estado Sánchez hoy que se ha atrevido a decir media palabra a su socio Podemos.

Para que las cosas fueran normales del todo tendría que haberle dicho que deje de alentar a los violentos y de utilizar su presencia en el Gobierno para intentar acabar con el régimen constitucional. Eso sería demasiado pedir. Hemos visto a Sánchez un poquito, solo un poquito más en el centro y hemos visto a Casado revindicando el centro.

Ha habido mucho ruido, mucho analista anunciando el fin del PP de Casado por los resultados en Cataluña y reclamando un PP más a la derecha. Casado ha dejado claro otra vez que sabe que en España solo se ganan elecciones en el centro y los demás son espejismos. Ya digo que hay ocasiones, pocas, muy pocas, y por eso hay que celebrarlo en las que parece que la vida política podía ser normal. Parece, solo parece.

Abascal parece cejado por el espejismo de las catalanas, la sociedad quizás más polarizada de España. Una moción de censura, la segunda, no se hace para liderar la oposición. Si la segunda moción tiene el mismo resultado que la primera, a Abascal no le renta presentarla.