
Madrid - Publicado el - Actualizado
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La foto que me ha llamado la atención la he visto trasteando en internet. Se tomó en Rusia hace ya casi 60 años. El día está soleado, un luz fría cae sobre un campo nevado. El suelo puro, cubierto con una sábana virgen que nadie ha estrenado. Los copos, ya serenos, ya en tierra, han callado al mundo. El silencio blanco saca de las cabañas, de los árboles, del aire frío su secreto. El silencio blanco se ha llevado las voces, los gritos, las quejas, lo lamentos. Ha detenido el tiempo y no hay fragor, no hay lucha, todo es descanso y conformidad. La tierra, seca y aturdida hasta la noche anterior, se empapa ahora y las raíces viejas se remueven recordando la vida. Y los lirios se preparan para su mejor abril. Una campesina camina con un vaso de té sobre y bajo sus pasos cruje con elegancia y discreción el manto blanco. El campo ruso está dividido una y mil veces por estacas de madera que parcelan pequeñas fincas. Forman vallas que serpetean casi infinitas. La nieve que es muerte, que es vida, ha unido lo que estaba separado, el blanco y el silencio han dejando sin lindes, sin parcelas la estepa. El Sol acaricia el agua dura que despierta ya en la tierra, las ganas de renacer.