Son perfiles teatralizados que se crean con una vida lo más creíble posible para que alcancen a miles de seguidores. A cambio líneas de ropa, de cosméticos o marcas deportivas les pagan importantes cantidades de dinero para que sus perfiles falsos promocionen los productos que venden. ‘No hay campaña política que se precie que no tenga detrás una serie de personajes ficticios creados expresamente para las redes’ dice Monzón. Estas empresas crean memes, vídeos o fotos en las que muestra la supuesta vida real de miles de personajes.

El negocio está en que, cuando alcanzan un número importante de seguidores, las empresas se interesan en que promocionen sus productos. ‘La ventaja de apostar por lo “kabukis” es que son más baratos que los influencers y a las empresas le salen más baratos’ dice Fernando Monzón. La práctica, por cierto, es totalmente legal.