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LA NOCHE DE ADOLFO ARJONA

John Wayne Gacy: "Matarme no hará regresar a ninguna de las víctimas"

El "Payaso asesino" acabó con la vida de al menos 33 personas a las que entrerró en el sótano de su casa

Tiempo de lectura:5Actualizado05 may 2023

El espectáculo dio comienzo entre los vítores de los presentes. De pronto, apareció en escena, saliendo de detrás de una cortina, “Pogo, el payaso”. La siniestra sonrisa pintada en rojo sobre su cara, no fue obstáculo para que una multitud de niños se abalanzara para abrazarlo y hacerse fotografías con él. Todo el mundo lo quería.

Pero detrás de aquel disfraz se ocultaba una bestia… John Wayne Gacy. Un hombre que, para disimular su sed de matar, había logrado granjearse la amistad de importantes personajes, recibiendo las visitas del alcalde de Chicago… o estrechando la mano de la primera dama Rosalyn Carter, esposa del presidente de los Estados Unidos.

“Pogo, el payaso”, a finales de los años 70, entretenía a los niños durante el día… y de noche agredía, sodomizaba… y mataba a adolescentes.

John Wayne buscaba a muchachos homosexuales en las inmediaciones de la estación de trenes… o en las calles de Chicago. Los invitaba a su vivienda con la excusa de mantener sexo a cambio de dinero… y después los asesinaba sin piedad.

El sótano de su casa se convirtió en un improvisado y pestilente cementerio. Allí, bajo los tablones del suelo, enterró a 29 de sus conquistas.

Detenido y juzgado en febrero de 1980, John Wayne Gacy… o “Pogo, el payaso”… fue condenado a morir por inyección letal en el corredor de la muerte de Illinois.

Sobre la camilla, y para tranquilidad de los ciudadanos estadounidenses, su corazón se detuvo el 10 de mayo de 1994.

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INFANCIA

En La Noche de Adolfo Arjona ha estado el escritor y especialista en temas de misterio José Manuel Frías, que ha contado que John Wayne Gacy, fue conocido popularmente como “el payaso asesino” y no tuvo una infancia fácil.

John Wayne nació el 17 de marzo de 1942, en Chicago, en el Estado de Illinois, en Estados Unidos. 'Su padre, John Stanley, maquinista de cuarenta y un años, era un hombre dominante, nieto de inmigrantes polacos. Ya desde pequeño no tuvo buenas relaciones con su hijo' cuenta Frías; 'lo despreciaba a favor de sus dos hermanas. Y en esos problemas caseros, su madre, Marie Elaine, de treinta y tres años, apenas podía intermediar'.

ADOLESCENCIA

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Hay quien asegura que ya estando de empleado en una funeraria, se obsesionó con los cuerpos de las cámaras mortuorias. 'Principalmente con los de los hombres, debido a la homosexualidad que estaba empezando a aflorar en él. Pero nunca se han podido comprobar las murmuraciones que apuntan a que tuvo sexo con algunos de los cadáveres'asegura José Manuel Frías.

No le fue especialmente mal en esa etapa en solitario. Trabó nuevas amistades, y resaltó por ser un hombre simpático, aunque solía usar la mentira para impresionar a las personas que lo rodeaban. En ese sentido, después de pasar por el ejército, se inventó una trayectoria inexistente, en base a la cual había estado peleando en Corea.

Aun así, tuvo bastante éxito social, y se convirtió en uno de los mejores empleados y vendedores de una empresa de ropa.

MATRIMONIO

En el año 1964, John Wayne Gacy contrajo matrimonio con, Marlynn Myers, hija de un exitoso empresario, dueño de un restaurante de la cadena Kentucky Fried Chicken. Debido a sus problemas sexuales, apenas pudo mantener sexo con su esposa, y la única vez que pudo consumar una relación completa, engendró a su primera hija. Pero aquel matrimonio le sirvió para ponerse al frente del restaurante de su suegro, en el estado de Iowa.

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Allí, comenzó a tener problemas que fueron notorios de manera pública. 'El trabajo en este restaurante, como gerente, le obligaba a estar en contacto, y a controlar, a los empleados que trabajaban allí. Y parece que sus deseos sexuales se desataron con algunos de los muchachos que estuvieron en la plantilla de la franquicia', cuenta Frías; 'el primer abuso lo cometió en su casa, estando su esposa dando a luz en el hospital. John había invitado a uno de sus empleados, Edward Lynch, a tomar algo en su vivienda. Una vez allí comenzó a insinuarse, provocando que el muchacho se sintiera incómodo. Al notar el rechazo, John se abalanzó sobre él con un cuchillo en la mano, pero en el último momento se contuvo y pidió disculpas, alegando que andaba algo estresado'.

Fue denunciado, y en ese momento salieron a la luz otros delitos, como era el caso de un atraco a una empresa de maderas del municipio de Raymond.

El juicio, iniciado en 1968, tuvo como resultado la condena por abusos y sodomía, y tuvo que enfrentarse a la pena de diez años de cárcel. Como es lógico, cuando la historia llegó a oídos de su esposa, ella solicitó el divorcio.

En prisión comenzó a mostrar un comportamiento ejemplar, hasta el punto de que el resto de reclusos llegó a pensar que su estancia allí era fruto de un error. John fue incluso cocinero, y trabajó con bastante empeño.

Aquello desembocó en su salida en libertad condicional al año y medio. Nada más verse libre, regresó a Chicago para empezar una nueva vida, ocultando sus antecedentes penales para evitar problemas.

PRIMER ASESINATO

Ocurrió el 27 de diciembre de 1971. Como otras veces, nuestro protagonista había acudido a la estación para entablar contacto con algún homosexual, todo esto a espaldas de su nueva esposa.

'Según su testimonio, llevó al chico a un motel, y después de tener relaciones sexuales, ambos se durmieron. De madrugada, John se despertó al notar a su acompañante encaramado sobre él con un cuchillo en la mano. Contó que se lo quitó de encima de un empujón y, al caer al suelo, su agresor se clavó el cuchillo y murió' cuenta José Manuel Frías.

Seguramente la realidad fue otra, y el muchacho fue asesinado cruelmente por John, pero en todo caso, nuestro protagonista dijo que se excitó al ver la sangre manando de su cuerpo. El cadáver lo transportó de madrugada a su vivienda y lo enterró en el sótano. En ese mismo sótano terminarían muchas otras víctimas.

EN EL PUNTO DE MIRA

El 11 de diciembre de 1978 John se descuida y se pone en el punto de mira de la policía. Había concertado una cita con un joven de quince años llamado Robert Piest. El muchacho necesitaba trabajo y le solicitó una entrevista. Pero nunca más fue visto. 'Sus padres, cuando se dieron cuenta de que la tardanza del chico era excesiva, avisaron a la policía, y rápidamente dieron con el detalle del empresario con el que se había citado', relata Frías, 'cuando comprobaron el nombre de John Wayne en la base de datos, los agentes se quedaron de piedra al descubrir que tenía antecedentes por sodomía y abusos a adolescentes'.

Luego se supo que John había llevado al Robert a su casa, con la excusa de estar en un sitio más tranquilo para charlar. Allí abusó de él y luego lo estranguló sobre la cama. Después lo dejó en el sótano con la idea de enterrarlo más tarde.

Cuando el inspector Joseph Kozenczak golpeó en el número 8213 de West Summerdale Avenue, abrió aquel hombre obeso de aspecto amable que no puso impedimentos en que los agentes pasaran. Ante el interrogatorio, aseguró que la cita con el chico terminó en pocos minutos, y que no había vuelto a saber más de él.

El inspector, al darse cuenta de que estaba ante un hombre con contactos de alto nivel, decidió no presionarlo demasiado, y lo emplazó a visitar la comisaría al día siguiente para declarar de manera oficial. Pero John Wayne no se presentó.

Pidieron rápidamente una orden de registro y entraron en la casa de John, donde se confirmaron las peores sospechas. En las primeras estancias que pisaron encontraron cuerdas, grilletes y lo que parecían manchas de sangre.

El olor nauseabundo de los cadáveres enterrados llamó rápidamente la atención de los agentes. El rostro de John palideció cuando la policía empezó a levantar las tablas que cubrían el suelo del sótano. Excavando en la tierra… empezaron a ver la luz fragmentos de cuerpos en descomposición.

Hundido, el criminal confesó que había matado a más de treinta adolescentes. La mayoría había sido enterrada allí, en la casa, aunque otros se encontraban cerca del río, y pudieron ser encontrados por medio de las indicaciones del propio asesino.

CONDENA

El 12 de marzo de 1980, el jurado encontró culpable a John Wayne Gacy del asesinato de, al menos, 33 personas. El protagonista de esta crónica negra fue sentenciado a pena de muerte por inyección letal. Tras leer el veredicto, la sala prorrumpió en aplausos. Durante catorce años, a la espera del ajusticiamiento, John se mantuvo preso en el corredor de la muerte de Illinois.

El 10 de mayo de 1994, John Wayne Gacy fue ejecutado por medio de una inyección letal.

Sus últimas palabras fueron: “Matarme no hará regresar a ninguna de las víctimas. ¡El Estado me está asesinando! Ejecuten a la Justicia, no a los hombres”.


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