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La saga de los Echevarrieta

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Jon Uriarte

Comunicador

Tiempo de lectura: 3'Actualizado 11:36

Apenas hay un puñado de metros desde el paseo de Ereaga a la casa de los Echevarrieta. Los descendientes de Horacio. El empresario del que tanto hablamos hoy, pero que sufrió olvido por parte de propios y ajenos. Lo saben bien Ramón, Rafa, Juanchu, Marta y Alicia. Sus nietos. Nos reciben formando en el salón dispuestos a contar las gestas del abuelo. Aunque conocieron más al hombre que al empresario. Por eso, empezaré por el principio.

Horacio Echevarrieta nacía en las Siete Calles de Bilbao, un 15 de septiembre de 1870. Siete años más tarde fallece su madre, Jacinta Maruri, mientras su padre, el empresario y político Cosme Echevarrieta, se encuentra exiliado en Francia. Ese republicanismo paterno marcaría al hijo. Pero no corramos. Llegado 1882, Don Cosme y Bernabé Larrinaga se adentran en el sector de las minas. La muerte le sorprende el 28 de febrero de 1903 y su hijo Horacio sigue la senda empresarial. Y, en cierto modo, su camino político. Ese mismo año encabeza la constitución de la Unión Republicana. Fundó o participó en el nacimiento de empresas como Iberia, los Santos del Duero, génesis de Iberduero, Portland Iberia que luego sería Cementos Portland y resultó fundamental en la construcción de la Gran Vía de Madrid, donde hizo una fortuna levantando edificios, o en el Metro de Barcelona. No deja de ser curioso que, siendo patrón, fuera votado por los mineros socialistas. Incluso pasó por la cárcel acusado de instigar huelgas. Y es que hablamos de un personaje único. Capaz, por ejemplo, de intermediar entre el gobierno español y el líder marroquí Abd-el-Krim para lograr la liberación de los 600 soldados que habían quedado presos. Soltaron a 300. Un trabajo que compaginaba con el de sus empresas. El 5 de marzo de 1927 se bota en Astilleros de Cádiz, de Echevarrieta, el mítico buque escuela Juan Sebastián Elcano. Por entonces su fama ya es mundial. Y más cuando, en 1929, comienza a construir un submarino que pretendía vender a Alemania. Pero llega la Segunda República, el pedido de doce submarinos se aparca y el imperio Echevarrieta comienza a zozobrar. En su empeño por salvarlo se mete en el ‘Asunto Turquesa’. Una peligrosa gestión destinada a proporcionar armas a quienes querían derrocar la dictadura portuguesa, que finalmente se desvió a la revolución de Asturias de 1934. Esto le llevó a la cárcel, donde coincidió con Carrillo. Acabó indultado y, pese al pasado, la dictadura le permitió mantener el estatus. Nada sorprendente teniendo en cuenta que en tiempos pretéritos había contado con la confianza de Primo de Rivera pese a no compartir ideario y con la de Alfonso XIII, que le quiso nombrar marqués, cosa que rechazó. Gente de diferente ideología, clase económica y social acababan atrapados por su trato y encanto. Era nuestro Charles Foster Kane. De hecho, también fundó el periódico ‘El Liberal’ y participó en el nacimiento de Unión Radio, origen de la Cadena Ser. Pero no solo dejó huella por estos lares. Si van a las cataratas del Niágara recuerden que fue promotor de su transbordador aéreo. Y todo, sin abandonar el perfil político que le llevó a representar a Bilbao en las Cortes y defender el Concierto Económico con vehemencia. Fue mecenas de artistas vascos y su colección de cuadros contó con obras de Goya, Van Gogh o el Greco. Lo que viene siendo un magnate de película en un tiempo donde hombres como él inspiraban cada día una y mil novelas. Lo mismo lograba la liberación de prisioneros en la Guerra de África ofreciéndose como rehén, que hacía de Schindler y se la jugaba para salvar de la muerte a gente del lado nacional en manos de republicanos.

El 21 de mayo de 1963 daba su última bocanada de aire. Tenía 92 años.-Fue anulado por el franquismo, obviado por el nacionalismo y abandonado por el socialismo-advierte Alicia. Y Rafa subraya otro detalle.-Cuando Alfonso XIII tuvo que partir hacia el exilio de Francia, nuestro abuelo se presentó ante él para, siendo republicano pero también su amigo, ayudarle económicamente-. El monarca no lo aceptó, aunque jamás lo olvidó. Tampoco la frase que corría por sus empresas. Es mejor ser su empleado que parte de su familia.-Y mejor nieto, que hijo-añade Marta. Por cierto, el cambio de nombre del buque fue cosa de Horacio hijo y no del padre. Que quede claro. Palabra de familia Echevarrieta.

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