Una profesión laboral que despareció hace 40 años en España ha despedido en Madrid al último trabajador vivo

La Linterna cuenta la historia de Manuel, un madrileño que pone punto y final a una de los empleos más míticos de nuestro país

Paco Delgado

Madrid - Publicado el

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La madrugada del pasado 26 de agosto falleció Manuel Amago Fuertes a los 98 años, el último representante de una profesión laboral que durante siglos fue esencial en las calles españolas: el sereno. Su muerte cierra definitivamente un capítulo de la historia social de España, evocando una época donde la seguridad y el servicio vecinal dependían de figuras humanas en lugar de tecnología. Amago, asturiano de nacimiento y madrileño de adopción, ejerció este oficio durante más de medio siglo, incluso después de que el Ayuntamiento de Madrid jubilara formalmente a los serenos en 1986.

El guardián de la noche

Manuel Amago, conocido cariñosamente como "Manolo" por los vecinos del barrio de Salamanca, heredó la plaza de su padre en 1950, tras completar el servicio militar. Con apenas 22 años, comenzó a patrullar las calles vestido con su uniforme característico: gabán azul, gorra de plato, un chuzo (palo con punta metálica), una pistola y un manojo de llaves que resonaba con cada paso. Su radio de acción se centraba en la calle Doctor Gómez Ulla, donde se convirtió en un personaje querido y respetado.

Los serenos como Manuel cumplían funciones que hoy parecen inconcebibles: abrían los portales a vecinos que habían olvidado sus llaves, mediaban en peleas, alertaban a la policía o bomberos en emergencias, e incluso acompañaban a ancianos o trasnochadores hasta sus hogares. Para llamarle, los residentes gritaban "¡serenooooo!" desde la calle, y él respondía con un sonoro "¡vaaaaa!" que se hizo emblemático. Su labor no solo era vigilancia; era confianza, compañía y comunidad.

Testigo de una España en transformación

Amago fue testigo privilegiado de la evolución de Madrid desde la posguerra hasta la democracia. En sus rondas nocturnas, conoció a figuras ilustres como Adolfo Suárez, entonces secretario del político Fernando Herrero Tejedor, a quien abría la puerta cada mañana. "Era un chaval estupendo", recordaba Manuel en una entrevista a TVE, años antes de que Suárez se convirtiera en presidente del Gobierno. También forjó amistad con el humorista Manuel Summers, cuya simpatía e ingenio admiraba.

Su trabajo, however, no estaba exento de riesgos. En una ocasión, sorprendió a una pareja en una situación comprometida cerca del parque Eva Perón (conocido como "La Perona"), y medió en robos o altercados callejeros. "Los serenos estábamos para todo lo que pudiera ocurrir", explicaba en una entrevista a EFE. Aunque portaba pistola, jamás disparó contra alguien: "Solo tiros al aire", confesó.

El declive de un oficio centenario

La figura del sereno se remonta al siglo XVIII, con registros que datan de 1715 en Valencia. En 1765 se creó el Cuerpo de Serenos, cuyos miembros debían cumplir requisitos específicos: medir al menos cinco pies (unos 1,5 metros), tener entre 20 y 40 años, voz clara y robustez física. Su turno abarcaba de las 11 de la noche a las 5 de la madrugada, y además de labores de seguridad, anunciaban la hora y el estado del tiempo con frases como "¡Las doce en punto y sereno!".

La Linterna con Ángel Expósito

La expresión "tomar a alguien por el pito del sereno" tiene su origen en el uso excesivo de sus silbatos para alertar de incidentes, lo que llevó a que las autoridades ignoraran sus señales. Su equipamiento incluía faroles, chuzos y matracas para avisar de incendios, pero su herramienta más simbólica era el manojo de llaves de todos los portales de su demarcación.

El fin de la profesión llegó con la modernización: porteros automáticos, alumbrado público eficiente y patrullas policiales profesionales. En 1977, el oficio se extinguió oficialmente en España, aunque Amago continuó por su cuenta hasta 2011, financiado por las propinas de los vecinos y "aguinaldos" en Navidad.

Legado y reconocimiento

La contribución de Manuel Amago no pasó desapercibida. En 2010, los vecinos de la calle Doctor Gómez Ulla le dedicaron una placa conmemorativa, y en 2013 recibió el galardón "Mayores Magníficos" de la Comunidad de Madrid. Su funeral, celebrado en el Tanatorio de San Isidro, reunió a familiares, amigos y vecinos que recordaron su dedicación y calidez humana.

Programas como La Linterna de COPE, dirigido por Ángel Expósito, han revivido recientemente su memoria mediante reportajes nostálgicos que recrean los sonidos y voces de la época. Expósito y la redactora Paloma Serrano destacaron cómo el grito de "¡sereno!" resonaba en las noches madrileñas, simbolizando una forma de vida comunitaria hoy desaparecida.

¿Un regreso simbólico?

Pese a su extinción, ciudades como Murcia, Gijón o Santa Coloma de Gramenet (Barcelona) han intentado recuperar aspectos de esta figura en versiones modernizadas: agentes cívicos que patrullan por la noche para brindar seguridad o asistencia, aunque sin llaves ni silbatos. Estos "nuevos serenos" ayudan a localizar farmacias o cruzar calles, pero su esencia dista de la conexión humana que encarnaba Manuel Amago.

La muerte de Manuel no es solo la despedida a un hombre, sino a un símbolo de cohesión social. Como reflejaba la poeta Gloria Fuertes en sus versos: "El sereno era pasto de la noche, entendía de gritos de mujeres, sabía si parían o gozaban y reía o llamaba al cirujano" 7. Su legado perdura en la memoria colectiva como guardián de un paraíso perdido, donde la noche era menos oscura y las calles, más humanas.