Los españoles tienen una estatura media de 174 centímetros, y las españolas 163. Unos centímetros por debajo de lo que miden en el resto de países de la OCDE que es de 177 centímetros y 164 centímetros respectivamente. Pero, ¿por qué los españoles hemos sido históricamente más bajitos que nuestros vecinos europeos? Y también, ¿por qué los nórdicos tienden a sufrir más enfermedades degenerativas?

Estas preguntas ya tienen respuesta gracias a un estudio de las Universidades de Cambridge, Copenhague y California Berkeley que han creado el banco de ADN antiguo más grande del mundo. Después de analizar cinco mil restos humanos de miles de años han llegado a varias conclusiones y este miércoles en 'La Linterna', Jorge Alcalde ha explicado algunas de ellas.

La clave de todo se encontraría en los genes, según Alcalde en “las diferencias de herencia genética que hemos ido recibiendo a lo largo del tiempo las diferentes comunidades de Europa”. Y todo ello, debido a las migraciones desde 45 000 años atrás, “que se han relacionado de manera distinta entre los europeos del norte y los del sur y, por lo tanto, nos han dejado un legado diferente”.

"Cuánto del ADN antiguo tenemos todavía en el ADN moderno"

El divulgador sostiene que estas características perduran en el tiempo “porque no todos somos exactamente descendientes de los mismos linajes”. En Europa hubo tres grandes migraciones de Homo sapiens, una desde Eurasia, otra de Oriente Medio y una última desde la estepa siberiana. “Cada una de esas migraciones nos trajo una dotación genética diferente”.

Para conseguir un ADN tan antiguo, Jorge cuenta qué se hace “extrayendo, primero, restos fósiles en los que hay todavía restos de ADN y se pueden estudiar”. Después se compara con uno más moderno, de personas que donan ADN a la ciencia, con una extracción de sangre. “Y con esa comparación lo que conseguimos es ver cuánto del ADN antiguo tenemos todavía en el ADN moderno”.

Esto es un hecho “muy importante”, ya que gracias a ello se sabe el motivo de que algunos europeos sean más propensos a sufrir enfermedades como esclerosis múltiple, depresión o alzhéimer. “Saber ya cuál es el origen genético, nos ayuda a buscar un lugar al que atacar, qué genes podemos inhibir, qué moléculas, qué fármacos pueden utilizarse para compensar los efectos que esos genes producen en el cuerpo”.