Expósito: “El problema es el odio metido en las cabezas de tantos jóvenes que se quejan de vicio”

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No sé tú, pero yo tengo la necesidad de huir del monotema. por supuesto que hay que informar del asunto catalán, del procés, de la sentencia y de la violencia. Pero necesito fijarme en lo importante. Porque no soporto tanto odio. Aunque sea por desintoxicarme, necesito recolocar la escala de valores y problemas, siendo este, el tema catalán, un problemón.

El problema es el odio metido en las cabezas de tantos jóvenes, durante años, que se quejan de vicio. Así que voy a lo que de verdad importa. me voy a mi escala de valores.

Hace unos días, Belén Montes, Rubén Corral y yo nos fuimos a Camerún. El lema: se acerca el Domund --el próximo domingo-- queríamos ver adónde va ese dinero de la hucha. Queremos dar voz a los que no tienen voz.

Nuestro ángel de la guarda fue un misionero navarrico, el javeriano Ángel de la Victoria. Qué personaje, qué humanidad... ¡Cuánto nos enseñó!

Una de las claves de qué pasa en África y en nuestra Europa es la juventud africana. Su futuro, su miseria y la violencia. más de la mitad de los 22 millones de cameruneses tiene menos de 30 años. ¿Te imaginas? Allí, la esperanza de vida es de 53 años para las mujeres y 51 para los hombres.

¿Tú qué harías si fueras uno de esos chicos... o si tu hija fuera una de esas niñas? Las misioneras hacen milagros todos los días. Desde clases de español dentro de una cárcel repugnante, hasta tratamientos en medio de la pandemia del sida... Pasando por clases de formación profesional para chicas musulmanas.

Aurelia lleva toda su vida en África. Cuenta la guerra del Congo con un realismo atroz. Y sonríe, y nunca tiene miedo, y trabaja en un hospital en mitad de la selva en Bikop.

Te doy mi palabra. Belén, Rubén y yo te damos nuestra palabra. Es imposible describir aquello. Sencillamente porque nos resulta imposible describir los milagros. Por mucha experiencia, por muchos viajes y guerras, por muchas fronteras que crucemos, ver a esos misioneros allí, en sus misiones es indescriptible. Como sus sonrisas.

Alfonso dirige un centro de niños de la calle en Yaoundé. ¿Te imaginas ser un  niño de la calle en el centro de África? Porque ya una niña abandonada ni te cuento...

Les recoge, les enseña, juegan al fútbol, se duchan, hablan... Y el jesuita Alfonso les escucha. Camerún, como media África sobrevive en medio del cambio climático, en una nueva sequía con la consiguiente hambruna y en pleno avance del yihadismo.

Y esa es otra. Estos misioneros se dejan la piel y la vida entera a muy pocos kilómetros de Boko Haram. Donde estos monstruos compran un chico por una moto. Donde violan en masa a niñas de cualquier religión. Donde ni los gobiernos  --enfermos de corrupción-- dan a basto.

Y sin embargo... ahí están Ángel, Carmen, Pura, Josep María, Alfonso, Ana, Aurelia, Anne...

Como para luego llegar a Madrid o a Barcelona y ponerte a hablar de torra de esos miles de macarras malcriados o del invento infantil del independentismo.

Este oficio es increíble. Pasas de la mayor mediocridad al infinito. De una panda de imberbes independentistas a niños de la calle rescatados del mismísimo infierno. De unas barricadas en la multimillonaria Barcelona... a los milagros en el suburbio madagascar de Camerún.

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