Diego Garrocho: "No olvidemos que nadie traiciona desde lejos"
El profesor de Filosofía, Diego Garrocho, advierte que la traición más letal es la que nace dentro, silenciosa y cercana

Madrid - Publicado el
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¿Qué define a los traidores? Pues si ayer hablábamos de los pelotas, hoy hablamos de alguien que no está demasiado lejos. Es que la historia está llena de traidores célebres y el fuego amigo es una de las armas más letales, tanto en política como en la vida. Bruto, Judas o incluso Caín son algunos de los nombres más emblemáticos de nuestra tradición.
Pero nuestra circunstancia presente no está exenta de traidores. Me pregunto, de hecho, cuántos de los que hoy aplauden con lealtad a su respectivo líder en el Congreso no serían capaces de aplaudir igualmente su caída el día que toque, o incluso de favorecerla. El traidor no es solo quien cambia de bando, sino quien lo hace en silencio, sin anunciarlo, y desde dentro de las propias filas asesta una puñalada tan letal como fraterna, de hermano a hermano.
Pero los traidores no lo son únicamente a personas concretas. Se puede traicionar a un jefe, a una causa o incluso a la patria misma. De hecho, la Ley de las Doce Tablas —ese antiguo código legal de Roma del que ya hemos hablado en otras ocasiones aquí— reservaba la pena de muerte para quien convocara a los enemigos del pueblo romano. La traición era también una de las faltas más graves en La Divina Comedia. El poeta florentino reservó el último círculo del infierno para los traidores más insignes. Para Dante, traicionar era incluso peor que matar, y por eso el castigo impuesto al desleal no era arder en el fuego, sino padecer en el hielo eterno.
La expresión máxima del infierno de Dante. Hay traiciones que llegan por sorpresa, pero hay otras aún más letales: son aquellas que se anuncian con señales tenues, imprecisas, las que preludian su llegada sin revelar detalles. En ese compás de espera agónica, cuando intuimos el golpe, pero desconocemos quién será el autor, a la traición se le suma la tortura paranoide de la sospecha. Y un último aviso: no olvidemos que nadie traiciona desde lejos.