El proceso para aprobar los presupuestos generales ha traído muchas sorpresas. Y algunos sustos. La semana pasada saltaba la noticia de que, a instancias del PNV, se votaría en el Congreso una ley que permitiese dividir los consejos denominadores, cuando estos abarcasen en su territorio a más de una autonomía. La idea era “dividir sin romper”, que suena un poco a eufemismo. La oposición generalizada de las bodegas, de la propia Denominación de Origen Rioja, y del propio Ministerio de Agricultura finalmente ha dado al traste con la propuesta. Pero la idea de quebrar la DOC Rioja de alguna forma, dando entidad independiente a los vinos producidos en la Rioja Alavesa, no es nueva. Sigue en pie la batalla judicial para crear una Denominación de Origen Protegida Viñedos de Álava, que forma parte del mismo empeño por diluir la Denominación de Origen Rioja.

Pocas regiones de España tienen su nombre tan íntimamente unido su nombre a un producto (mucho más que eso), como la Rioja al vino. Uno de los estandartes con el trigo y el olivo de la triada mediterránea, que es indisociable a la historia de La Rioja. Desde el propio Monasterio de San Millán, donde según muchos, nació el castellano, se gestionaba ya una parte de la pequeña industria regional vitivinícola medieval. Con la modernidad, se multiplicó el impacto económico del vino de Rioja, y su prestigio, hasta la creación en el siglo XVIII de la Unión de Cosecheros.

El siglo XIX es el del gran salto, y también del gran hundimiento. La filoxera trajo a España a bodegueros y productores franceses, huyendo de la plaga que asolaba sus viñedos, y con ellos llegó una modernización en técnicas y sofisticación. Todo un salto cualitativo que supuso el nacimiento de las primeras grandes bodegas en sentido moderno. Fruto de todo ello, Haro sería una de las primeras localidades en tener iluminación eléctrica de toda España. Pero la filoxera temible también acabaría alcanzando a España, y provocaría estragos profundos en todo el Valle del Ebro.

En el siglo XX nacería el primer Consejo Regulador de España, el del vino de Rioja, nada menos que en 1926. Pese a los avatares de la historia de España en estos últimos cien años, el prestigio del Rioja no dejó de crecer, fuera de España también, de manera notable. En 1991 la Denominación de Origen aumenta su prestigio al recibir el marchamo de “calificada”. Solo la de Rioja y la del Priorato cuentan en España con esta dignidad.

Hay quien podría decir que es un patrimonio demasiado amplio y rico como para someterlo a ambiciones políticas de coyuntura. Pero es que el Rioja se ha convertido en una presa más de las voracidades políticas de nuestro tiempo. Si tienen éxito, lo harán más débil. Y a su tierra, más pobre.