Partieron 239 marineros. Iniciaban quizás la mayor epopeya exploradora de la historia. Incluso superior en su contexto a la llegada del hombre a la luna. Partieron de San Lúcar de Barrameda, que sería el mismo puerto de arribada. Las condiciones de uno y otro momento no pudieron ser más distintas. Radicalmente.

Zarparon cinco barcos, pero sólo retornó uno, transportando a bordo "18 espectros". A su mando, el hombre destinado a pasar a la historia, Juan Sebastián Elcano. El que tomó el testigo del mando tras la muerte de Magallanes. El enfant terrible de la expedición.

En el periodo que va de septiembre de 1519 a septiembre de 1522 se encierran tragedia y gloria. Motines contra Magallanes, la peligrosa travesía por el estrecho que lleva su nombre... El hambre, el escorbuto, la desesperación de la singladura por el Pacífico, o la trágica muerte del portugués. 

Es entones cuando emerge Elcano -imprescindible- que ya con un sólo barco, contra toda esperanza, ocultando su presencia a las autoridades portuguesas, dueñas de las costas africanas, culmina la hazaña tras tres años para la épica.

Con ello, nacía un mundo auténticamente globalizado, y -sobre ese alumbramiento- una nueva manera de entender al hombre, y al medio en el que vive. Una hazaña con nombre español, que elevó a sus protagonistas a lo más alto de la historia; y a su líder, al vasco Elcano, a ese lugar único en el devenir de los sucesos humanos, reflejado en el lema que Carlos V le permitió añadir a su escudo de armas: TU PRIMUS CIRCUMDEDISTI ME.