A los bomberos, los miembros de protección civil y la policía municipal de Oviedo.

Llevamos más de seis semanas aplaudiendo a los sanitarios, transportistas, empleados de supermercados, fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado. E imagino que está bien. Pero llevamos más de seis semanas sin tener ni un solo gesto colectivo de recuerdo para los más de 23 mil muertos. Y creo que está mal. Aplaudimos incluso cuando quizá, el vecino de al lado, esté atravesando un duelo imperfecto que le ha impedido besar al familiar que se ha ido y acompañarle el día del entierro. Y me pregunto qué mayor derecho tienen los vivos a recibir el calor y el ánimo de los aplausos que los muertos a mostrarles respeto y recuerdo.

Y cuando intentaba encontrar una respuesta vi las imágenes en las que los bomberos, los miembros de protección civil y los policías municipales rodeaban la plaza de América de Oviedo y aparcaban los vehículos. Unos agentes colocaban unos altavoces. Seis de ellos desplegaban una bandera de España con un crespón negro. Otro se dirigió a los vecinos.

Y mientras sonaba El Oboe de Gabriel, los agentes y los miembros de protección civil, firmes y en posición de saludo, cumplían con la misión de una sociedad que es capaz de acordarse de los vivos sin olvidarse de los muertos, de dar aliento a los que luchan sin descuidar a los que no pudieron más, de aplaudir a los que pueden volver a casa sin ignorar a quienes ya no lo harán más. Y esa misión bien merece un aplauso.