
"Necesitamos comunidades donde la fragilidad no sea motivo de vergüenza, sino de encuentro"
Escucha el monólogo de Irene Pozo en La Linterna de la Iglesia
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Vivimos tiempos complejos. Cada día escuchamos más sobre la soledad, la ansiedad, la tristeza profunda que afecta a tantas personas… Las cifras son duras: más de 720.000 personas en el mundo se quitan la vida cada año, según la Organización Mundial de la Salud… Y más de la mitad de estos suicidios (el 56%) ocurren antes de los 50 años, siendo la tercera causa de muerte entre los jóvenes.
Detrás de cada número hay un rostro, un corazón que ha sufrido, una historia marcada por el silencio, la desesperanza… Este mes, el Papa nos invita a orar precisamente por ellos, por quienes viven en la oscuridad interior, por quienes sienten que la vida ya no tiene sentido…
La Iglesia no puede dar la espalda a esta realidad social. No puede permanecer indiferente ante el dolor de tantos hijos suyos que, en silencio, luchan con la ansiedad, la depresión o la desesperanza. Este es un desafío pastoral de nuestro tiempo: aprender a acompañar el sufrimiento psicológico con la misma ternura con que Jesús acompañó el dolor físico y espiritual de quienes encontraba en su camino.
Él nunca pasó de largo ante el dolor humano. Se detuvo ante la mujer que lloraba, ante el ciego que gritaba, ante el amigo que había muerto... los escuchaba con ternura. Y quizá ese sea hoy el mayor reto pastoral que tenemos como Iglesia: volver a detenernos. No mirar hacia otro lado cuando el sufrimiento se disfraza de normalidad.
Necesitamos comunidades donde la fragilidad no sea motivo de vergüenza, sino de encuentro. Donde el acompañamiento espiritual y la atención profesional se den la mano, porque cuidar el alma y cuidar la mente no son caminos separados. En realidad, forman parte del mismo deseo de plenitud que Dios ha sembrado en nosotros.
La Iglesia está llamada a ser hospital de campaña también para las heridas invisibles del alma. A veces basta una mirada, una llamada, una oración compartida, para que el otro se sienta acompañado.
Porque, como recuerda el Papa, la vida es un don. Y cuidar la salud mental es cuidar la vida, toda vida. Cuando una persona descubre que sigue habiendo belleza y sentido, aun en medio de la oscuridad, comienza el verdadero camino de sanación… y la esperanza vuelve a tener rostro.
Te doy la bienvenida a La Linterna de la Iglesia. Recibe un saludo de Irene Pozo en este viernes 7 de noviembre.



