"El PSOE y Cerdán han roto, pero no quieren hacerse daño mutuamente"

Señoras, señores, me alegro. Buenos días.

Ya son las ocho de la mañana, es dieciocho de diciembre de dos mil veinticinco.  ¿Y qué pasó ayer?

Vamos a ver, mire: ayer decíamos que a Santos Cerdán, el número dos práctico y fáctico del PSOE durante tiempo reciente, se le veía un poquito molesto desde que pasó por la cárcel. Bueno, y ayer compareció en el Senado, donde habló poco, pero la verdad es que dejó pinceladas interesantes.

Digamos que estuvo ante la comisión que investigaba los casos de corrupción en el PSOE. Todo el mundo esperaba, pues, el comportamiento típico de los comparecientes que se niegan a contestar a las preguntas, porque todo el mundo está inmerso en investigaciones judiciales, que es lo primero que te dice un abogado. Algo de eso hubo, pero fíjense cómo son las cosas.

Cuando el senador del PSOE, Alfonso Gil, se animó a hacer lo único que hizo —que fue lanzarle un tímido reproche ético—, Cerdán se revolvió de una manera que sonó a amenaza para todo el sanchismo.

Yo no le voy a hacer un reproche penal, que se lo tiene que hacer un tribunal de justicia, pero sí me va a permitir que le haga un reproche ético, porque es verdad que, a juzgar por todo lo que hemos conocido, hay situaciones que la gente no entiende.

Qué humillante. El socialista no entiende. El reproche ético que me hace ha asustado una pregunta. Si usted está en condiciones de hacerme a mí un reproche como el que me ha hecho…

Cuando ese comentario viene de un tipo que ha sido todopoderoso secretario de Organización del PSOE, jefe de andanzas de la folclórica fontanera Leire Díez, el comentario, más que un comentario, es una amenaza. El dentista, el chiste… no, no vamos a hacernos daño, pero es que Cerdán no está dispuesto ni siquiera a tolerar un mínimo reproche ético.

Lo que está diciendo con pocas palabras es que el sanchismo es, al menos, tan inmoral como él, y que cuidadito con tocarle las narices, porque él sabe mejor que nadie la falta de ética que el PSOE de Sánchez esconde debajo de la alfombra.

Piensen que Alfonso Gil se había comportado con una exquisitez diplomática: hizo así un discursito para salir del paso, pero no le hizo ni una sola pregunta a Santos Cerdán. Piensen que eso es el principal damnificado de las actividades de este hombre, pero entre uno que no pregunta y otro que lanza una amenaza ante el mínimo reproche moral, el cuadro de la situación queda dibujado de una manera muy precisa.

El PSOE y Cerdán han roto, pero no quieren hacerse daño mutuamente, y sobre todo el PSOE tiene un miedo atroz a Santos Cerdán, que no solo amenazó a su antiguo partido: fue chulesco, desafiante, pendenciero con todo el mundo, negó evidencias que todos hemos visto y oído.

Sacó una montaña de victimismo estomagante, tratando de convencernos de que él es el inocente, de que todo esto es una inquisición y, bueno, de que él es una víctima del lawfare, como un político perseguido porque su único pecado fue haber firmado un acuerdo político con Carlos Puigdemont.