Es una pregunta habitual en nuestras virtuales vidas, ¿esta crisis es igual que la de 2008 y 2009? Aquella crisis estuvo focalizada primordialmente en dos sectores muy concretos: el inmobiliario y el financiero. Fue una crisis de deuda, de solvencia y de liquidez. Aunque afectara a todo hijo de vecino el foco de la infección económica estaba muy localizado.

Por consiguiente, se trataba de intervenir sobre esos granos para salvar al resto del cuerpo económico y empresarial. Con sus más y sus menos, salimos adelante.

Pero entre aquella crisis y ésta, hay una diferencia sustancial. Entonces, los países emergentes, con China a la cabeza, rebotaron. El PIB chino cayó del 14,2% en 2007 al 9,7% en 2008 y luego se fue recuperando, volviendo a más del 10% en 2010. Ese impulso de los emergentes se propagó desde Asia a América latina y al resto de economías.

Ahora, todo es distinto. La crisis es transversal y golpea a todo quisque. La aplicación de medidas restrictivas, como el confinamiento – más o menos como en la Edad Media, aunque yo no había nacido, eh, Don Carlos -, y el miedo psicológico están causando una caída de la actividad económica, con la demanda agregada a la baja, que cristaliza en una fuerte reducción de los ingresos que, a su vez, hace descender el consumo por temor a la infección y cristaliza, por ejemplo, en el cierre de negocios no esenciales, lo que se traduce en una destrucción de cadenas de valor y en que lamentablemente están desapareciendo negocios y sectores que nunca volverán.

En fin, que este viacrucis económico que vivimos se plasma en la contracción del gasto familiar y personal y, por desgracia, en más pérdidas de empleo.